Ayer, en Gernika, de celebraran los actos centrales en conmemoración del bombardeo de la villa foral, en una tarde primaveral como la de hoy, hace 75 años. El 26 de Abril de 1937, la Legión Cóndor nazi, despegaba sus cazas desde el aeródromo de Vitoria-Gasteiz. Más de cien muertos y la pequeña localidad vizcaína reducida a escombros. Un bombardeo que allanaría el avance de las tropas sublevadas, nutridas de entusiastas navarros en primera línea del frente. Un ataque que sería preludio de lo lo que acontecería poco después en la II Guerra Mundial. La guerra total, la utilización de objetivos civiles con el objeto de sembrar el pánico y minar la moral de enemigo. Pero no es este el lugar para relatar minuciosamente tan terrible suceso de la guerra civil española, sobre el que se han vertido y siguen vertiendo ríos de tinta. Para comprender el significado internacional de la villa mártir, coviene retortraerse al contexo histórico. Un significado que viene dado, entre otros, no sólo por ser trágico campo de pruebas de lo que vendría después. Una de las causas se debe en que en aquélla época, todo el mundo con acceso a la información, estaba pendiente de la guerra en España, donde se libraba la batalla entre fascismo y, aunque fallida, legalidad republicana, con el concurso libre de anarquistas. Un mundo convulso donde el fascio, el nacionalsocialismo y el comunismo marcaron el período de entreguerras ante la mirada timorata y cobarde, de terribles consecuencias, de las naciones democráticas. Cobardía conocida como política de "no intervención". Una política basada en la desconfianza, en la creencia de que en España los republicanos demócratas eran minoría, y donde muchos defensores de la República hicieron méritos para dar credibilidad a esa idea. Y en esta columna quiero ahorrarme la particularidad de la guerra civil en Euzkadi (como se denominaba entonces). Por otro lado, que duda cabe, el apoyo vital para los rebeldes, de la Alemania nazi y la Italia fascista y, de nuevo, la actitud infame de esas mismas naciones demócratas ante un III Reich, que pensaron se aplacaría con múltiples cesiones. Error que pagarían, que pagaríamos muy caro.
Guernica, contó además para apuntalar su significado, con la inestimable contribución artística de Picasso, consagrándose, definitivamente, en símbolo contra el horror de la guerra, en paradigma de la lucha contra los totalitarismos. Y es por ese motivo, por el que ciudadanos comprometidos con las libertades, la defensa de los Derechos Humanos, la dignidad y el respeto a la memoria, asistimos a los actos que por tan infausta efeméride se celebraron (y celebran) en Gernika. Nuestro temor a que Bildu, que ostenta la Alcaldía de la Villa nor depararase alguna sorpresa, se confirmó. Los guardianes de una ideología totalitaria, "marca blanca" de una Batasuna que hasta ayer no condenaba las atrocidades del Terror etarra, y que aún hoy, dirigentes de la misma se niegan a pedir su disolución. Que sin vergüenza reclaman de una banda de forajidos aún viva, un cambio de "rol", pero no la disolución de ese residuo de la Dictadura franquista, confirmaron nuestros temores. Transformaron la utilización de una entrega de premios aparentemente inocente, en un ejercicio de propaganda al servicio de la llamada izquierda patriota. Una visualización, digna del NO-DO, en la gran pantalla , de las "Capitulaciones de Aite", también conocida como "Conferencia de Ayete". Si, aquella revisitación doméstica de la Conferencia de Múnich, servía como fondo a la entrega al representante de Lokarri del premio "local" por su espaldarazo, sin precedentes, al proceso de paz en Euskadi. El agradecido representante pidió al auditorio, especialmente a los políticos, aprovecharan la oportunidad histórica que se brinda, porque las generaciones venideras se merecen una convivencia basada en la reconciliación, la Paz y el respeto. En otro escenario, tan buenas intenciones hubiesen suscitado alborozo. En este "nuevo escenario" sonaban como cacofonías. Afortunadamente, como bálsamo, una delegación de ciudadanos de Nagasaki, llegados con la misión de unirnos a favor de la paz, el acuerdo, del fin de las armas nucleares, nos deleitaron con música. Y con esa amabilidad tan característica, nos obsequiaron con la partitura de su último coro, que cantaba las bondades de la campiña nipona. Pero solo fué un paréntesis.
Por si acaso aquel teatro nos hubiese parecido insuficiente, el alcalde de la Noble Villa habló, sin despeinarse, de ciudadanos, cultura de convivencia, democracia....y pidió no más violencia, no más guerra, que viniendo de una formación de índole predemocrática quizás no acertamos a interpretar. Algo nos perdimos al estudiar la pugna ilustrada de los Diderot y Rousseau. Todo rubricado, como a posteriori reiteraría junto a la inauguración de la escultura de Néstor Basterretxea, "Agonía de fuego"- en cuyo discurso por cierto, nuestro Lehendakari citó a Kant -, con dos peticiones: el traslado de la obra pictórica "Guernica" del malagueño a la Villa y el reconocimiento de "Madrid" de la masacre. Que insultados, que indignados de haberlo visto y escuchado, se hubiesen sentido los habitantes de la capital española, doblemente martirizada, puesto que en aquéllos miserables días, sufrían los bombardeos, el acoso de las fuerzas fascistas ad portas y las checas en su interior. Que ataque a la inteligencia. Que desafortunado. En ese momento, hubiésemos dado cualquier cosa por ser parte de la comitiva japonesa y no enterarnos del amargo trasfondo que reinaba en el ambiente. Sucedió ayer, en Guernica.
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