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Subsidios de Vivienda: Disfraz Ilusorio del Capitalismo

A los subsidios gubernamentales siempre los he tenido bajo sospecha… tratando de identificar si estaban diseñados para ayudar a los necesitados o simplemente era su misión el apoyar una causa. Y estoy haciendo lo mismo con los subsidios en EEUU relacionados a la vivienda
Ben Tanosborn
lunes, 14 de mayo de 2012, 07:31 h (CET)
Prestar ayuda en la vivienda es algo que las naciones industrializadas vienen haciendo por más de dos siglos, y algo muy común hoy día en países en vía de desarrollo con un alto nivel de pobreza, un bajo nivel de sofisticación en el sistema bancario/hipotecario, y un sistema ineficiente en la titulación de propiedades.

Ha existido una justificación económica en proveer tales subsidios por razones de salud pública debido a la concentración en la población urbana; y también por razones sociopolíticas motivadas por las imperfecciones del mercado que han puesto en gran desventaja a los más necesitados… sin descartar medidas preventivas contra tensiones sociales.

Por lo general, casi todos estamos de acuerdo en el uso de subsidios desde el aspecto de equidad vertical, o la redistribución de riqueza con el objeto de dar refugio (vivienda mínima) a aquellos que lo necesitan.  Son los subsidios en la vivienda diseñados a dar apoyo a una causa política, y no socioeconómica, los que me inquietan.  Subsidios como los que existen en EEUU en esta categoría, ausentes – por lo menos en medidas  cuantificablemente similares – en gran parte del mundo industrializado.

En el impuesto federal norteamericano sobre la renta, la suma deducible en interés de hipotecas e impuestos a la propiedad supera en conjunto dos tercios de billón de dólares anuales.  Como consecuencia, esto creará en el 2012 un subsidio federal en la vivienda de aproximadamente $170.000 millones, a los que debemos añadir otros $30.000 millones en subsidios a nivel estatal.
Estas cantidades multimillonarias en esta época de realidad financiera y austeridad nos trae a esa pregunta de… ¿no podrían estos recursos económicos rendir mucho mas si se invirtiesen de forma mas eficiente?  Creo que una gran mayoría de economistas, sin tener que hacer uso del CUR (Coeficiente de Utilización de Recursos) de Debreu, iban a estar de acuerdo que la estabilidad macroeconómica de EEUU estaría mejor servida si esos recursos se utilizasen en otros terrenos… algunos de ellos ofreciendo un multiplicador superior en resultados, mientras otros podrían ser utilizados en financiar cambios infraestructurales para la viabilidad económica a largo plazo.  Si este tergiversado subsidio en la vivienda es una triste anomalía en una economía madura como la norteamericana… ¿Por qué  nos enorgullecemos y pregonamos su importancia?  Y mas importante aun… ¿Por qué todos nosotros, ciudadanos y pagadores de impuestos, estamos peces en la materia, ignorantes del verdadero costo del subsidio y las posibles alternativas económicas?  No nos equivocamos si nuestra sospecha da el motivo como político… con un toque de avaricia por los interesados políticos.

La economía norteamericana, nuestra mágica maquina capitalista de movimiento perpetuo siempre ha estado lubricada por ese reductor de fricción, conocido en Washington como  cabildeo pedagógico… la enseñanza esclarecida que se les da a nuestros elegidos congresistas por estos grupos de presión.  Toda una división de estos evangelistas – un gran numero de ellos ex congresistas – que sirven a su vez de tutores y amas de cría, unos 24 por cada diputado y senador, que se hacen cargo de que esos representantes sepan lo que le conviene al país, y de acuerdo con ello pasen leyes que están en armonía con los intereses de las empresas/industrias/instituciones a quien ellos representan.

Se podría esperar que los gastos en el cabildeo estén hasta cierto punto en proporción directa al impacto económico de las industrias/causas que representan.  Y, si la vivienda y la salud se acercan en su participación económica en el producto interior bruto… no nos sorprendería en que los gastos en el cabildeo fuesen similares.  Sin embargo, de acuerdo con el Centro de Responsabilidad Política, los “gigantes de la salud” (la Asociación Medica Americana, la Asociación de Hospitales Americanos, Blue Cross/Blue Shield y diferentes grupos farmacéuticos) gastaron $870 millones en los últimos 14 años para adoctrinar (y ayudar en su relección) a nuestros políticos en Washington.  Sin embargo, la Asociación Nacional de Agentes de Bienes Raíces (NAR) apenas gastó $178 millones durante el mismo periodo para divulgar el evangelio de su industria y asegurar que el subsidio en la vivienda se mantuviera intacto.

No debe sorprendernos que la NAR haya gastado tan solo una quinta parte de lo que ha tenido que “invertir” la mafia de salubridad norteamericana.  La propiedad de vivienda se ha hecho parte del psique norteamericano llevado de la mano por el sistema capitalista, y es así por generaciones con otros mitos como el “excepcionalismo” y el “sueño americano”.  Después de décadas de enormes subsidios para la vivienda residencial, EEUU no ha obtenido resultados que superen al de la mayoría de países industrializados ni en la proporción  de unidades ocupadas por sus dueños al total de unidades residenciales (un 68 por ciento), ni en el valor real después de deducirse las hipotecas (menos del 40 por ciento después de la reciente burbuja). 

En resumidas cuentas, los subsidios en la vivienda norteamericana – las deducciones de interés hipotecario e impuestos sobre la propiedad en la formulación de la renta anual – es algo absurdo e ineficaz, mas aun ahora que hemos aceptado la economía global que está trasladando la riqueza de las clases mas modestas en los países ricos a las clases mas modestas en los países en estado de desarrollo.  A lo cual debemos añadir el prospecto de una mayor movilidad dado el alto estado de desempleo… en el que incluimos el crónico subempleo al que nos estamos acostumbrando.
Los subsidios en la vivienda no solo han sido económicamente ineficientes, sino además han sido usados engañosamente por un sistema político que viste disfraces ilusorios para convencernos de que todos somos “capitalistas”, en lugar de títeres en el sistema capitalista.

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