El ser humano como tal es el único ser vivo en el planeta Tierra que se puede cargar a diario de culpa, y esto se produce a través de los contenidos negativos de su forma de sentir, pensar, hablar y actuar, también a través de sus propias sensaciones. El proceso es el siguiente: La energía que sale del ser humano, es decir sus emisiones a nivel de pensamientos, palabras y actos, entra en primer lugar en el registro de su cerebro humano, en su consciente y subconsciente, así como en las fuentes de registro del cosmos material y en ámbitos de materia sutil. Conforme a estas grabaciones a través del cerebro, se marcan las células corporales correspondientes. De ello se desarrolla el ser humano, el microcosmos en el macrocosmos. A consecuencia de ellos, cada persona está registrada reiteradas veces desde la cabeza a los pies, así como también su alma. Este conocimiento no es del todo nuevo, pues está escrito: “…pero en cuanto a vosotros, incluso cada uno de vuestros cabellos está contado”.
De esto se reconoce que el ser humano es el microcosmos en el macrocosmos y que además el fluido de su alma encuentra adicionalmente su resonancia en el cosmos universal y en los ámbitos de materia sutil. Ni la más pequeña partícula de energía se pierde. Cada ser humano prepara diariamente su camino y forja su destino. Entonces lo que sale de él penetra de nuevo en él y en su alma. Cuando la persona fallece el alma abandona su casa, el microcosmos. El cuerpo de materia sutil, el cuerpo astral, que denominamos alma permanece siendo aquello que fue la persona, puesto que como ya se ha dicho, no hay siembra que se pierda. Por tanto lo que el ser humano siembra, lo traspasa también a su alma.
Si consideramos que el elemento más pequeño del infinito está basado en energía, entonces todo está orientado a “emitir y recibir”, porque la energía aunque sea una mota de polvo, lleva el germen de la vida. La vida da y recibe. Por consiguiente el volumen energético más pequeño tiene también el receptor correspondiente en el Universo. Resumiendo: en todo el infinito no hay entonces nada estático, todo, absolutamente todo está en movimiento, todo emite y tiene su receptor especifico. La contabilidad del infinito no tiene límites. Él Debe o el Haber de cada uno de nosotros, bien como ser humano bien como alma, están anotado con la máxima exactitud. Todo lo que la persona no ha subsanado, también lo que respecta a su pasado, está en comunicación con el cosmos material, con las constelaciones de planetas de igual vibración energética.
Casi nadie reflexiona que irradiamos energía y que alguna vez regresará a nosotros, puesto que ninguna energía se pierde y la energía emite, sea positiva o negativa. Quien la emite, la recibirá. Por eso se puede decir que con lo que el ser humano se enfrenta cada día, es con aquello que él ha introducido en los astros. Los astros graban por tanto los contenidos de nuestro comportamiento y nos los devuelven en las situaciones y sucesos más diversos. En consecuencia, cada persona recibe en particular lo que ella introdujo en los astros.
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