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¿Arde España?...

Los atolondrados e irracionales recortes del gobierno, ponen al país y a la sociedad en una situación crítica
Ángel Ruiz Cediel
jueves, 16 de agosto de 2012, 07:28 h (CET)
España arde por los cuatro costados. Cada año, cuando llegan los rigores del estío, es frecuente que lo haga, pero ningún otro verano es comparable a éste en cuanto a incendios, con la diferencia añadida de que este año se pueden considerar dolosos, culpables o previsiblemente favorecidos por unos atolondrados recortes que han metido la tijera del ahorro en prevención. Sólo en prevención, porque finalmente el costo que están teniendo en cuanto a vidas humanas inútilmente perdidas, el desastre de la naturaleza que han producido y el colosal gasto que están suponiendo, dejan en evidencia que estamos en manos de incompetentes que lindan con la criminalidad. Sólo a personas sin cualificación suficiente y con un alto desprecio por la vida humana y el medio natural ha podido ocurrírseles tal genialidad. Tales son los personajes que nos gobiernan, y tales son los personajes en los que debiera fijarse de oficio la Justicia como colaboradores necesarios para que este desastre se produjera.

Cuentan algunos cuadrilleros que han colaborado en la extinción de algunos incendios, como los de Alicante, que no sólo esos incendios no se hubieran producido si hubiera hecho el mantenimiento preventivo imprescindible, sino que cuando estaban volcados en las tareas de extinción los mandaban a casa después de haber cumplido sus jornadas de ocho horas para no pagarles salarios extraordinarios, facultando que en la tarde y noche el incendio se fortaleciera en mayor medida de lo que habían logrado detenerlo durante el día. La consecuencia hasta el momento: siete personas muertas, varias heridas de distinta gravedad, más de 132000 hectáreas calcinadas y desarboladas para los próximos veinte o treinta años, miles de personas que han perdido absolutamente todo cuanto tenían y un costo insoportablemente más alto que si se hubieran hecho los necesarios gastos en tareas preventivas. Todo ello, claro, sin contar el sufrimiento extremo de decenas de miles de personas que han temido no sólo por sus vidas, sino también por sus propiedades.

El calor extremo no es una novedad en España y mucho menos lo es su relación con los incendios. Experiencia nos sobra, y sabemos que el cuidado preventivo del medio es el mejor aliado para evitar los incendios forestales. Unos cuidados de nuestros bosques y parques naturales que este gobierno con sus recortes ha ignorado culpablemente, convirtiéndose en el mejor aliado posible de la destrucción de vidas, bienes y naturaleza. Una actitud ignorante y peligrosa que recuerda mucho la atrocidad de Hitler cuando sabía que París iba a caer indefectiblemente en manos de los aliados al final de la II Guerra Mundial, y quien llamó por teléfono al gobernador militar nazi de París, general Von Choltitz, preguntándole si como le había ordenado: “¿Arde París?...” Mejor destruido que de otros.

España, por las cosas de la crisis, va a dejar de ser pronto España, tal y como la sentencia a la extinción el Artículo 155 que introdujeron en la Constitución el PPSOE en clara y frontal aposición al Artículo 8 de la misma. Visto desde una óptica patriótica sería algo así como un acto heroico en plan Sagunto o Numancia, entregando al enemigo cadáveres y tierra quemada. Sin embargo, nada de heroico hay en esto que sucede, me temo, sino simple y llana incompetencia y la más asnífica ignorancia. No; no hay nada memorable en estos recortes y actitudes, sino la llana y criminal angurria de recortar en lo necesariamente imprescindible para poder seguir asignando dineros públicos al trinque, la corrupción o el mantenimiento de esos cientos de miles de ineptos que atiborran los eriales de la política y los enjundiosos altos cargos de designación áulica en la Administración.

Una lección extremadamente cara y dolorosa no para estos ignorantes que son incapaces de aprender nada, sino para la población en su conjunto: recortar en prevención es gastar el triple o el cuádruple y multiplicar los daños humanos en curación. Algo que va a ser muy paralelo a lo que acontecerá con la Sanidad, ya lo advierto de antemano. Los recortes en Sanidad, el pago adicional de las consultas médicas, la privación del acceso a la Sanidad a centenas de miles de ciudadanos y el aumento en el precio que debe sufragar el ciudadano en las medicaciones van a suponer, o sí o sí, no sólo un aumento intolerable de las muertes por desatención en los colectivos de ancianos, parados e inmigrantes que no van a poder costearse sanidad alguna, sino la potencialidad obvia de pandemias que previsiblemente pueden costar miles o decenas de miles de vidas. Es posible que con estos recortes en Sanidad el gobierno se vea favorecido en cierta manera por un menor gasto momentáneo en consultas y hospitales, e incluso que tenga pingües ganancias por la muerte masiva de estos colectivos más vulnerables a quienes les debe abonar mensualmente pensiones o subsidios, ahorrándoselos; pero con absoluta seguridad no tardaremos en enfrentarnos a catástrofes pandémicas similares a las de la Edad Media y al incremento exponencial de las enfermedades sociales, en mucho parecido a esta ola de incendios que sufrimos por estas mismas causas de los recortes.

Planteamiento y consecuencias que se pueden extender al recorte de los subsidios sociales, ya sea para personas necesitadas de apoyos o ya para los parados o quienes no tienen medio alguno de vida, a quienes les empujarán a la desesperación y la muerte, o a la desesperación y la violencia para sobrevivir. No hace falta ser un sociólogo para comprender esto, sino que basta con unas gotitas de ese sentido común del que carece en absoluto el gobierno y sus adláteres.

Todo esto, y por delante vayan mis excusas por la radicalidad del planteamiento, tiene para mí un insoportable hedor a eugenesia. Somos muchos, y el sistema quiere quitarse de en medio a los “inútiles o imperfectos”, que dirían los nazis. Sin embargo, es un método no sólo repugnante, sino también inhumanamente caro. En mi novela “Los días de Gilgamesh”, en el que planteo una extinción de la especie por causas naturales, sin guerras nucleares ni fanfarrias por el estilo, la sociedad imaginaria que describo pone a disposición de aquellas personas que no desean ver cómo mueren los suyos y prefieren extinguirse con cierta “clase” barcos como el Oddisey, naves pilotadas por el mismo Tánatos que, después de hacer un crucero por los rincones más hermosos del mundo, entrega a su pasaje al sueño eterno tras haberles narcotizado con el mayor esplendor logrado por el género humano a lo largo de milenios.

¿Eugenesia?... Tal vez. Las voces del sistema que claman contra el exceso de población en el planeta, unido a la imposibilidad de guerras de contención de población (por el riesgo de que el recorte de la misma sea total), a la santificación del aborto y la homosexualidad, a la promoción de la eutanasia y el conjunto de consecuencias que presuponen estos recortes demenciales, parecen, contra todo desvarío, ir en este sentido. Somos muchos, y el poder ha decido reducir el número de súbditos, comenzando por desprenderse de los más caros o los menos rentables. Mejor los de abajo que los de arriba. Cuestión de cálculos y de supervivencia de los más cualificados, según las teorías darwinianas.

¿Arde España?... Por los cuatro costados, y no sólo con incendios forestales. Abran sus ojos.

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