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La diversión de lanzar comida

Las medidas sociales y las ecológicas no son ni de izquierdas ni de derechas
Jose Pérez Suria
viernes, 31 de agosto de 2012, 08:11 h (CET)
Mientras una parte de los españoles acude a comedores sociales o bancos de alimentos para conseguir productos de primera necesidad con los que pasar los días o semanas, en muchos pueblos de España se celebran fiestas en las que nos divertimos lanzando comida al amigo, vecino, adversario o contrincante.


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Supongo que a estas alturas no le vendrá de nuevo si les digo que la hipocresía humana no tiene fin, y la de los españoles es mayúscula. Los telediarios son un buen ejemplo, no es extraño encontrar en el mismo informativo al señor Gordillo asaltando supermercados u hoteles a lo Robin Hood, y seguidamente informar de la espectacular batalla de tomates o merengues. Por otro lado, se pone la voz de alarma porque los pantanos están bajo mínimos, y en cambio, muchos municipios españoles abren o cierran sus fiestas patronales con una espectacular batalla de agua “chopà”.

En primer lugar, les digo que soy un ferviente defensor de las tradiciones populares, aunque muchas de ellas queden arcaicas, fuera de contexto o sin seguidores o devotos, pero las veo necesarias por el hecho de que constituyen las señas de identidad de un pueblo, provincia o comunidad autónoma, en definitiva, de una sociedad.

Pero tampoco hemos de cumplir el refrán al pie de la letra: “¿Dónde va Vicente? Donde va la gente”, que las necesidades deben marcar comportamientos y pautas sociales.

Este verano a muchos alcaldes se les llenaba la boca alardeando porque habían sometido a votación la supresión de los toros para invertir el dinero en empleo y alimentos para los parados del municipio, mientras en otros se desperdicia la comida y el agua. No hablo de suprimir la fiesta definitivamente, pero un cese temporal, al menos por conciencia social, o cambiar la finalidad última del producto puede ser un detalle con los más necesitados.


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En la Comunidad Valenciana tenemos dos festejos populares que este año con la que está cayendo me han revuelto las tripas: la Tomatina de Buñol y la Merenguina de Lliria. No discutiré, ni pondré en entredicho la carga histórica de ambas fiestas, pero me parece muy hipócrita que con la cantidad de gente que está pasando penurias, nos honre decir que se han lanzado la friolera de 120 mil quilos de tomates y 15 mil merengues.

Nadie se ha parado a pensar la cantidad de ensaladas de tomate o litros de gazpacho que se hubiesen podido servir y repartir en comedores sociales, o entre los asistentes, así como la cantidad de gente que hubiese podido merendar un sabroso y dulce merengue, y todo ello armonizado con una mega discomóvil.

Luego emergen los políticos a pedir esfuerzos, y el señor Gordillo asaltando supermercados, pero nadie ha ido a impedir la salida de los camiones de la Tomatina o el lanzamiento de merengues, claro, eso son medidas poco populares.

El señor Gordillo sisando en los supermercados y, ahora, centrado en recuperar su móvil, no se le ocurrió acercarse a Buñol y secuestrar los camiones para hacer zumo de tomate, en lugar de ir haciendo un circo mediático que lo convierta en el hazmerreír de España.

Señor Gordillo, disfrute de su sueldo de diputado y quítese esa máscara de humilde trabajador, y tome ejemplo: Consum destinó durante el pasado año 5,3 millones de euros en medidas de conciliación de la vida laboral y personal de sus trabajadores; Mercadona no traslada la subida del IVA a sus clientes.

A ver si nos enteramos, que las medidas sociales no son de izquierdas o derechas, que ejemplos de capitalistas, de opresores y de sociales, los hay en el PP, en el PSOE y en IU.

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