Dolores de Cospedal, Presidenta de Castilla-La Mancha- tuvo una revelación divina mientras procesionaba vestida de teja y mantilla en la última procesión del Corpus toledano. Iba la Presidenta castellano-manchega por las calles de Toledo y, seguramente, mientras iba desgranando las cuentas del rosario entre Avemaría y Avemaría su preclara mente iba perfilando una idea que permitiría a la Comunidad Autónoma que preside ahorrar algunos miles de euros. De repente, en medio de los misterios gozosos, una amplia sonrisa adorno su rostro, había encontrado la piedra filosofal para poner freno y marcha atrás al dispendio que suponen los diputados castellano-manchegos, les dejaría sin sueldo y que cada cual volviera a sus ocupaciones habituales para poder llevar los garbanzos a la cocina de casa. Ella es una mujer que sabe mucho de este tipo de cuentas y del dispendio en salarios de políticos, no en vano durante bastante tiempo por su simple y sencilla dedicación a la política estuvo percibiendo 240.000 euros anuales.
La señora Cospedal no ha tenido bastante con recortar las prestaciones a mujeres maltratadas, a la enseñanza y a la sanidad de su tierra, ahora, en un golpe de la más burda demagogia, se alza con la bandera del ahorro y la honestidad dejando a sus parlamentarios sin sueldo y cada cual que se las apañe como pueda. Repito, pura demagogia popular y populachera, de los 25 parlamentarios que la muchachada de la gaviota tiene en el Parlamento de Castilla-La Mancha tan sólo siete no tienen ningún otro cargo, el resto son consejeros del Gobierno de Cospedal o alcaldes y concejales por lo que cobran ya un sueldo. Al final el ahorro de este penúltimo recorte tan sólo supondré un millón de euros mientras que su sueldo de Presidenta, el de los miembros de su Gobierno y los correspondientes asesores asciende a la cantidad de 69 millones de euros. No ha hablado para nada de recortar estos salarios ni de establecer unas incompatibilidades y con su gesto ha dejado la puerta abierta para la vuelta al caciquismo de los siglos XIX y principios del XX.
Cospedal quiere que a la política tan sólo se dediquen aquellos que la gente entiende como “de buena cuna”, como antaño pasaba. Estamos ante un ataque claro, conciso y certero al espíritu de la democracia, el PP ya no es que quiera volver a los tiempos de su tan añorado Caudillo sino que nos retrotrae en un viaje al pasado a los tiempos en que eran los caciques los que dirigían la política y en los que para tener derecho a voto había que tener ciertas condiciones, incluso la del bienestar económico, y para acudir a las urnas no era suficiente el hecho de ser persona y mayor de edad.
La medida, por demagógica, puede ser bien acogida en ciertos ambientes desinformados ya que cada día más desde ciertos medios de comunicación se está bombardeando a la opinión pública con el sonsonete de que “todos los políticos son igual”, y esto es mentira, en la política, como en todos los aspectos de la vida, hay personas honradas y hay trincones y trileros, especialmente, visto lo visto en los últimos tiempos, en la filas del PP de manera escandalosa y abundante. Tal vez la señora Cospedal a la vista de casos como “Gürtel” y todos los que hay en su vecina comunidad valenciana ha pensado que a muchos políticos, especialmente de su partido, no les hace falta cobrar cada mes sueldo alguno ya que son lo bastante hábiles y espabilados para utilizar las malas artes del chanchullo para llevar, no ya los garbanzos, sino el caviar y el salmón ahumado a sus regias mesas familiares.
El hacer volver a los parlamentarios a sus ocupaciones habituales conlleva otro peligro además de la falta de interés por los asuntos públicos y el bien de la Comunidad, que para eso fueron elegidos, existe el peligro de que aumenten los “enjuagues” entre políticos y empresas ya que, sin ninguna incompatibilidad entre el trabajo de político y el profesional, más de una vez se producirá un choque de intereses donde más de un político llevará el agua a su molino favoreciendo a la empresa donde trabaja. Esto se ha producido ya en algunas ocasiones cuando todavía tenían sueldo por lo que se podrá producir en muchas más cuando el político de turno tenga que optar entre el bien común y el de aquel para quien trabaja y le paga el salario casa mes.
Cospedal, lo suyo no es que sea puro teatro, es pura demagogia barata y facilona que, si cunde el ejemplo, puede llevar a este país de nuevo al siglo XIX en materia de política y que puede inflar con su gas letal el globo del fascismo. Lo ha hecho tan mal que ni sus propios conmilitones quieren hablar del asunto y todos miran hacia otro lado cuando se les pregunta por el tema. Tener mayoría absoluta no es una patente de corso como Cospedal y Rajoy creen.
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