En tiempos pretéritos -no sé si ahora se sigue recomendando lo mismo- se nos inculcaba la idea de defender a capa y espada la verdad. En el denostado catecismo de Ripalda se nos advertía la presencia de un mandamiento de la ley de Dios que decía: “no levantar falsos testimonios ni mentir”.
Mientras recuerdo estas frases me entra la risa tonta. Nos encontramos en una sociedad en la que la mentira ha tomado carta de ciudadanía y los servidores públicos nos colocan una trola tras otra con ánimo de servir sus intereses. Esta postura hace pensar en lo acertado de la frase del escritor ruso Gorki. “A veces la mentira explica mejor que la verdad lo que pasa en el alma”.
La palabra “mentira” tiene muchos apellidos; mentira piadosa, verdades a medias, mentira cruel, mentira necesaria, etc. En el fondo, como dice la RAE, se trata de una “expresión contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente”. Como se abusa tanto de las patrañas y las falsedades, llega un momento en que se hace realidad el cuento del lobo. Cuando los embusteros compulsivos (e interesados) dicen la verdad, nadie les cree.
“Miente, miente, que algo queda”. “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, decimos; y lo que es peor, aceptamos estas frases sin rubor. A veces, entramos en el juego. La realidad es deformada, cuando no ocultada, por la mass media. El ciudadano de a pie tiene que aprender a leer entre líneas y, a veces, renunciar a la verdad, con la esperanza de que el tiempo la hará salir a la luz. Años después, otros mentirosos lo evitan. Dicen otra sarta de invenciones que nos impiden llegar al conocimiento verdadero de los hechos.
Estoy harto de escuchar a “especialistas” en el análisis del pasado, el presente y el futuro, que, sin ningún tipo de recato, pontifican sobre todos los temas inventando sus apreciaciones. Pero creo que la desvergüenza llega al límite cuando los mentirosos pertenecen a las altas esferas del Estado y representan alguno de los tres poderes: el legislativo, el ejecutivo y el judicial.
Ojo: Todo lo que antecede está escrito de una forma presunta. (Utilizaré el viejo truco, no me vayan a enviar a la trena por decir falsedades).
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