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“El poder continúa siendo un coto cerrado por el que se mueven unos cuantos colocados ahí no por sus capacidades, sino por su habilidad para medrar”

Entrevista a la escritora Ángeles Caso
Herme Cerezo
martes, 25 de septiembre de 2012, 09:08 h (CET)




Escritora y periodista española, Ángeles Caso nació en Gijón (1959). Licenciada en Historia del Arte, tras pasar por TVE Asturias y por TVE donde obtuvo un gran éxito por su programa La tarde, comenzó a dedicarse a la literatura en 1985. Entre sus obras destacan ‘Elisabeth, emperatriz de Austria-Hungría o el hada maldita’; ‘El peso de las sombras’ (finalista Premio Planeta, 1994), ‘El mundo visto desde el cielo’ y ‘El resto de la vida. Un largo silencio’ (Premio Fernando Lara, 2007). Es autora de sendas biografías sobre Elisabeth de Austria-Hungría y Giuseppe Verdi y de algunos ensayos: ‘Las olvidadas. Una historia de mujeres creadoras’ y ‘Las casas de los poetas muertos’. En 2009 conquistó el Premio Planeta con su novela ‘Contra el viento’. Actualmente, colabora en la Cadena SER, RNE y el periódico La Vanguardia.

Sobremesa en la plaza Rodrigo Botet de Valencia. Cielo nublado. Run run de hélices sobre nuestras cabezas. Una conferencia de Ministros del Interior de países iberoamericanos ocupa una buena parte de la jornada en la capital del Turia. El helicóptero policial sobrevuela la ciudad protegiéndola de posibles alteraciones del orden público y de algún ignoto enemigo. Por instantes el ruido es intenso. Incluso apaga el alegre murmullo del agua que mana de la fuente de la plaza. Con ese trasfondo cada vez más habitual, comenzamos nuestra conversación con Ángeles Caso que presenta su nueva obra ‘Donde se alzan los tronos’, editada por Planeta, una novela con decorados históricos que, a través de su protagonista, Mariana de Trémoille, princesa viuda de los Ursinos, nos habla de la época de Luis XIV de Francia, de la llegada de Felipe V a España para suceder en el trono a Carlos II El Hechizado, de la Guerra de Sucesión, de la nobleza de ambos reinos y, sobre todo, del poder en términos absolutos.

Ángeles, ¿por qué no es una novela histórica ‘Donde se alzan los tronos’?

El adjetivo histórico me da un poco de miedo. ‘Donde se alzan los tronos’ no es una novela histórica en el sentido que mi objetivo era trazar un fresco sobre el poder que, además, fuese una especie de espejo donde se reflejen otras cosas que también suceden ahora. Lo que más me interesaba es que el lector haga una lectura actual del libro.

La novela está dedicada a cuatro amigos tuyos: María Ascario, Concha García Campoy, Maite Bandera y Javier Loza. Además de ser tus amigos ¿fueron también tus primeros lectores?

Pues, mira, sí, fueron mis primeros lectores. Cada uno de los cuatro recibió la obra por email cuando la concluí. Por desgracia Maite Bandera falleció, pero los demás están muy contentos y orgullosos de que les dedicase la novela, algo que se merecían porque han estado muy enfermos y todos ellos han sido muy valientes.

Cuando te has puesto a escribir, ¿te has situado por encima de los acontecimientos, como buena narradora omnisciente, o has aprovechado para introducirte en la mente de los personajes?

Obviamente yo sabía lo que pasaba en cada momento, pero la voz narradora se ha ido introduciendo en cada personaje y son ellos los que describen lo que ocurre y los que explican su visión del mundo. En la novela, la voz narradora cambia mucho porque unas veces es Luis XIV y otras la princesa de los Ursinos.

Nuevamente la protagonista de una novela tuya es una mujer, en este caso, Mariana de Trémoille, ¿cómo te tropezaste con este personaje tan singular?





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El personaje lo conocía hacía tiempo, porque leo mucha historia de los siglos XVII, XVIII y XIX y hace dos años, dando un curso sobre el poder femenino en el Museo del Prado, me la tropecé de nuevo. Empecé a tirar del hilo y a buscar cosas escritas sobre ella. Y no encontré demasiado material, apenas un par de biografías en francés. Al leer su vida vi que su historia encajaba con una idea que llevaba bailando en mi cabeza desde hacía tiempo. Yo quería escribir sobre el poder y reírme un poco de él. En cuanto al hecho de que la protagonista sea una mujer es algo casual. Creo que hubiera escrito la novela igualmente si hubiese sido un hombre, pero de todas formas Mariana de Trémoille es una persona que da mucho juego porque su vida fue muy rica en acontecimientos.



El helicóptero insiste en su run run sistemático y aburrido. La Conferencia de Ministros Iberoamericanos del Interior y Seguridad Pública sigue su curso o tal vez, por la hora, esté tocando a su fin. Quizá precisamente por eso el pájaro de la hélice multiplica los revoloteos. Miramos hacia el cielo. Hacemos un alto para probar los cafés que habíamos encargado al llegar. Mientras lo hacemos, Ángeles Caso prende un cigarrillo y se acercan a la plaza un par de tipos. Uno más bajo, levemente grueso; otro más alto, delgado. El más delgado exhibe una guitarra eléctrica y un altavoz-amplificador. El levemente grueso se organiza en torno a un instrumento de percusión. Hacen sonar los primeros punteos de ‘Europa’ de Carlos Santana, una melodía eterna de esas que no desaparecen nunca.

En el siglo XVIII, los franceses que llegaron a la corte nos veían como tipos “tan bajos, tan renegridos, tan feos”, y nosotros a ellos como “sarasas que se las daban de sabios”. A pesar de todo, ahora siguen viniendo extranjeros para enseñarnos a hacer las cosas.




En el siglo XVIII, los franceses nos miraban como gente rara y retrasada. Madrid entonces llamaba mucho la atención a los viajeros porque era muy oscura y sucia. Da la sensación de que tres siglos después seguimos igual porque siguen viniendo de fuera para decirnos cómo tenemos que hacer algunas cosas, concretamente las económicas. Sin embargo, las tornas han cambiado porque los que ahora llegan de negro proceden del Norte. Vivimos un momento muy confuso en el que ya no sabemos quiénes son realmente los poderosos y quiénes toman las decisiones. Por los telediarios desfilan una serie de caras y continuamos aceptando la idea de que son esos rostros quienes nos gobiernan. Pero no es así.

Siguiendo con este asunto, ¿cómo fue la relación que se entabló entre los nobles españoles y los franceses?



Hubo nobles y grandes de España que se pusieron al servicio de Felipe V y que incluso adoptaron vestimentas francesas para hacerle la pelota al rey. Pero también hubo otros muchos que se pasaron a la facción del Archiduque Carlos de Austria, su rival en la lucha por el trono español. Estos nobles veían en los franceses, además de sarasas, a unos tipos extranjeros e impíos que apenas pisaban la iglesia. La rivalidad en el caso de estos últimos fue muy grande.

¿Se parece la forma de ejercer el poder antiguamente y la actual?


Sí, ese es uno de los paralelismos que hay en la obra, justamente el que más quería resaltar. Lo que se ve en la novela es que todos estos tipos ejercen el poder de forma caprichosa y frívola. No hay ni un solo discurso político en todo el texto porque realmente no les interesaba la política entendida como un servicio a los ciudadanos. Lo que les preocupaba era su trono, su poder. Y precisamente eso es lo que hemos descubierto desde hace un par de décadas en este país. Nos habíamos creído que quienes nos gobiernan eran gente preparada y que tenían vocación de servicio de lo público, de la res publica romana. Sin embargo, nos hemos dado cuenta de que están ahí por sus propios intereses y alcanzan sus puestos gracias a las intrigas dentro de los partidos y no por sus propias capacidades. De repente, a los españoles se nos ha venido encima esta realidad cutre que afecta a muchos políticos.

‘Donde se alzan los tronos’ deja bien claro que la corte y el poder forman un coto cerrado, bien alejado de la realidad que existía fuera de Versalles.

En la novela aparece un personaje, la criada Gaudencia, que se da cuenta que está envejeciendo y piensa que acabará sus días en la calle, como una mendiga. Eso hace unos años nos parecería un anacronismo y, sin embargo, ahora se nos antoja como algo real que pertenece a un futuro más o menos próximo. Es terrible. En cuatro años hemos sufrido una vuelta atrás en lo que se refiere a los derechos adquiridos y la protección social que a mí me da mucho miedo, porque además no da sensación de que esta situación vaya a terminar pronto. Mientras los hombres de negro de los que hablábamos antes sigan moviendo los hilos, la cosa estará muy complicada. El  poder continúa siendo un coto cerrado en el que se mueven unos cuantos que están colocados ahí no por sus capacidades, sino por sus habilidades para medrar. En la novela esto queda retratado en la escena en la que los cortesanos se pelean por asistir a los llamados “affaires du roi” (asuntos del rey).

La música desempeña un papel interesante en la novela. Se escuchan compases de Lully y Delalande, ¿en la corte de Luis XIV la música regulaba los distintos momentos del día?

Efectivamente, la vida de la corte de Luis XIV estaba diseñada por él y su hermano. Era como una coreografía en la que todo estaba medido y controlado. Al igual que en España la música acompañaba la vida religiosa, tan importante en la vida cortesana, en Francia se utilizaba la música profana para marcar los tiempos de la vida en palacio.

Hemos hablado de la corte, de los reyes, de la nobleza, pero ¿dónde se situaba exactamente el pueblo llano en aquel momento?



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El pueblo soportaba el peso demoledor de los tronos. Aguantaba lo que le echasen. En eso sí que hemos cambiado los españoles. La idea de rebelarse contra el poder absoluto surgió en Francia precisamente en esta época, pero en España no ocurrió lo mismo. No hubo ninguna rebelión abierta contra los reyes. Resulta incomprensible. El pueblo español tragó mucho más de lo que debió hacerlo. Probablemente la explicación se encuentre en el peso enorme que tenía la Iglesia Católica en nuestro país. Desde los Reyes Católicos, la Iglesia impuso su dominio sobre la gente de manera total. El pueblo vivía aterrado y entregado a las creencias a causa de la Inquisición. En la novela, las clases bajas aparecen en pequeños flashes porque lo que quería es que quedase suficientemente claro que, por debajo de los que maquinaban y conjuraban, había muchísima gente pasando hambre y sufrimientos.

En ‘Donde se alzan los tronos’ afirmas que la Guerra de Sucesión, además de la cuestión sucesoria, escondía motivos económicos, concretamente el tráfico de esclavos.

Detrás de todas las guerras siempre hay un motivo económico y comercial. En los conflictos bélicos contemporáneos esto se disimula y envuelve con eufemismos: razones humanitarias, implantación de la democracia, etcétera. La Guerra de Sucesión, que en Valencia y Cataluña se ha adornado con lazos patrióticos y nacionalistas algo que es cierto en parte, presenta como una de sus razones fundamentales el monopolio del tráfico de esclavos. Luis XIV creó su propia compañía negrera a la que asoció a Felipe V. Ambos se concedieron a sí mismos el monopolio de la venta de esclavos en la colonias españolas y francesas de América. Ese fue el motivo de que Portugal, Holanda, Inglaterra y Austria entrasen en guerra contra España. Es así de repugnante y asqueroso. En España nunca se habla de este tema, a pesar de que el primero que comenzó la venta de esclavos fue Fernando el Católico y que hasta 1840 no se abolió oficialmente la esclavitud. Los reyes cobraban una comisión por cada esclavo que se vendía y las familias ricas españolas los utilizaban y cuantos más tenían, más ricos eran. En Toledo, un arzobispo llego a disponer de más de doscientos esclavos negros. Y no hay que rasgarse las vestiduras, era una cosa normal en aquellos tiempos.

Terminamos con un poco de humor, algo de lo que no anda escasa precisamente ‘Donde se alzan los tronos’. En un fragmento de la novela podemos leer una curiosa afirmación: “El agua es peligrosa, que contiene miasmas y abre los poros de la piel, y que por esos poros se escapa el vigor y penetran las pestilencias”.

[Risas] Sí, eso era así. Entre la Edad Media y el siglo XVIII los baños desaparecieron de la faz de Europa. Se consideraba que bañarse era malo para el cuerpo porque se abrían los poros y penetraban las enfermedades. Para que te hagas una idea, te diré que Luis XIV sólo se bañó una vez en toda su vida y fue por orden de los médicos. Y le sentó tan mal el baño al rey que nunca más volvió a hacerlo [más risas].

El helicóptero se ha ido. Parece que definitivamente. Probablemente igual que los ministros de Interior y de Orden Público reunidos en Valencia. Los dos músicos, conminados por algún camarero, tampoco están. Lo último que tocaron fue ‘Sultans of swing’ de Dire Straits. El silencio de la plaza de Rodrigo Botet solo se ve salpicado por el agua de la fuente, que ahora sí se deja oír. Unas fotos, despedida y hasta la próxima. El avión espera a Ángeles Caso en el aeropuerto de Manises.

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