El Adviento y la Navidad se han transformado en una costumbre tradicional pagana. El Occidente cristiano, sumergido en el torbellino navideño, en el delirio de los regalos, del resplandor y centelleo, ha olvidado el hecho sin igual que sucedió hace 2000 años: La encarnación del Hijo de Dios en un cuerpo humano. El Hijo de Dios vino a nosotros los hombres. El Adviento y la Navidad, sin embargo, ya no tienen nada que ver actualmente con la venida del Señor y con Su enseñanza. El “rebaño cristiano” de la Iglesia, que se ha tornado insensible e indiferente, celebra una fiesta pagana eclesiástica tradicional, cuyas raíces se encuentran en la creencia en ídolos de tiempos pasados, y sólo unos pocos desean que se les recuerde el gran acontecimiento cósmico que aconteció en Belén.
Durante estas fiestas “santas”, sobre el altar de la tradición eclesiástica, se lleva a cabo una matanza de millones de animales con el fin de mantener durante unas pocas horas el sentimental resurgimiento del sentido de familia. ¡Se trata, claro está, de la Navidad! Quien observe este mundo con los ojos muy abiertos, descubrirá que la perversión no es ilimitada, pero sí mundial. Debido a esta sociedad pervertida sufre también la Madre-Tierra y muy especialmente sufren los animales. ¿Por qué tienen que estar los animales a disposición para cualquiera fiesta? Porque no se han dejado adoctrinar impositiva y dogmáticamente como los hombres. Los animales no son ni católicos ni luteranos, no pertenecen a ninguna institución eclesiástica, ellos permanecen fieles al verdadero Dios.
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