El gran error de Rajoy es confundir política con legalidad. La política busca la convivencia en paz, justicia y progreso. La legalidad establece la normativa que ha de permitir ordenadamente aquella convivencia. Si en lugar de facilitarla la dificulta, debe de modificarse.
No parece muy cortés desear un buen Año Nuevo a alguien –menos a un presidente de gobierno- echándole en cara, seguramente, su principal error. Pero quizás sea oportuno. Sobre todo cuando el año que ha terminado quedará siempre recordado por las consecuencias de este error, Y cuando seria deseable que en el año que estamos comenzando no se repitiera.
La política es un arte dinámico y creativo, mientras que el legalismo tiende a la conservación y a evitar los platos rotos. Rajoy es un jurista, y en el aspecto más conservador del concepto: Registrador de la Propiedad. Por esto cuando no se trata de registrar sino de crear, no se mueve en su mejor terreno.
Su éxito en lo económico, a grandes rasgos, se debe más a su carácter tranquilo y a no dejarse llevar por impulsos ni improvisaciones, que a iniciativas acertadas y novedosas. Ha esperado sin inmutarse demasiado a que la tormenta amainase. Decidir no hacer algo –ha dicho alguna vez- también es una forma de decidir.
En el grave contencioso que se vive en y con Catalunya, no ha sido adecuada esta filosofía de ‘verles venir’. De tomar nota, de registrar lo que ocurre, para sacar el palo de la ley cuando quizás no hay más remedio. Ha faltado política, en el marco de la ley o modificándolo, pero verdadera política, realista, creativa y dialogada.
Con el palo, legítimo, de la ley intenta restablecer el orden legal, La partida no ha terminado, ni mucho menos. Quizás pueda vencer, pero difícilmente convencer. La partida no se juega solo en el campo legal y de las sentencias, sino también en el de las emociones, cada vez más encrespadas, en gran medida como reacción al abuso a la inacción. No sirve sentarse a la puerta de casa esperando pasar el cadáver del otro.
Las tensiones políticas no se inscriben en un tomo empolvado de algún Registro de la Propiedad; entre otras cosas porque las ideas, los pensamientos y las emociones políticas no son propiedad de nadie. Este es el gran error o fracaso de Rajoy.
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