Decía John H. Newman que en un mundo superior puede ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces. Sin duda vivir es cambiar constantemente, hablar de estabilidad y constancia es decir no a la propia naturaleza humana. Somos sistemas en constante desequilibrio que buscamos una entropía como motor de cambio, partiendo del aprendizaje y el crecimiento personal.
Las investigaciones centradas en entender el papel de las emociones positivas como la alegría, la gratitud, el interés, la serenidad, etcétera, realizados con niños y niñas, médicos y otros profesionales, a los que se le potenciaban las emociones positivas antes de realizar una tarea compleja, han demostrado que estas personas mejoraban su rendimiento con respecto a aquellos que no se le fomentaban dichas emociones.
Detrás de todo esto vislumbramos el propósito evolutivo de la felicidad que nos promociona, nos permite generar desequilibrios ante la quietud, nos adapta a situaciones vitales, potenciando esa tendencia que nos hace sentirnos vivos, el buscar la entropía constante. Es decir, lo ideal es que nos haga sentirnos en constante movimiento.
El otro grupo de emociones, esas que nos ayudan a mantenernos vivos que nos permiten sobrevivir y garantizarnos como especie, siempre y cuando consigamos una gestión adecuada de las misma, pues la falta de gestión nos traslada al empoderamiento de dichas emociones a través de sus respuestas, cerrando nuestra potencialidades, aumentando así nuestros miedos, generando problemas de tristeza y ansiedad.
Ambas respuestas emocionales, distintas como vemos, unas más transformadoras como las emociones positivas que generan satisfacción con la vida y felicidad, potencian nuestros pensamientos e ideas, aumentando nuestra capacidad mental y nuestro comportamiento, fomentando en nosotros la creatividad, nuestros recursos intelectuales y sociales; incluso mejorando nuestra propia salud. Las otras de primarias de supervivencia son estados afectivos automáticos y complejos que se desatan en nuestro cuerpo y que cumplen una función beneficiosa y de adaptación del organismo, al favorecer nuestra reacción frente a un estímulo. Como ves nos situán y nos permiten mantener la búsqueda constante del cambio entre el equilibrio y el desequilibrio.
Como puedes observar toda transformación te situa a ti al frente de los mandos de tu vida, el entender lo que te sucede, el sentir y vivir gestionando adecuadamente las situaciones y permitiendo que cada momento juegue su papel primordial y no se empodere ninguno sobre otros momentos. El que la tristeza se haga dueña de tu vida no es bueno, pero el que la tristeza te muestre que hay cosas que puedes cambiar en ella y sea la alarma que te permita iniciar la transformación, eso es importantísimo. Todo ello está bajo tu responsabilidad para potenciar aquellos elementos que generan bienestar.
Para ello haz consciente el día a día, aprécialo, vívelo disfrutando de los momentos como si fueran únicos. Ríe, practica deporte, da paseos al aire libre, aprovecha los momentos y sácale partido a tu vida. Pero aún ve más allá: haz cosas que te identifiquen, vuélcate en actividades que den sentido a cada segundo que vivas, identifícate con unos ideales o lleva los tuyos a la práctica. Potencia tu espiritualidad si así lo deseas; pero rodea de sentido todo ese mundo en el que te mueves. Por eso cambiar es posible y lo tenemos que hacer, porque en ello va nuestra felicidad de hoy, no las postergues.
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