No me cabe duda que coincidirás conmigo en que la esperanza y el optimismo juegan un papel crucial en nuestras experiencias cotidianas, puesto que nos plantean la posibilidad de poder experimentar la sensación de que algo bueno está por venir o nos puede ocurrir.
Sin embargo, muchas personas tienen la sensación de que la esperanza, más bien enfatiza elementos próximos a la fe. Donde esa vida creemos que tenemos la posibilidad de experimentar, sin duda, va a ser buena. Es en este momento donde el optimismo, si no es real e inteligente, como afirma Martin Seligman, te puede meter en un torbellino que en ocasiones te lleva a vivir una falsa realidad. Donde empiezas a crearte la falsa creencia de que todo lo que te puede suceder en la vida, se hará realidad simplemente con desearlo y pensar en que lo vas a conseguir.
Este tipo de hiperoptimismo utópico y poco inteligente nos lleva a embarcamos en sueños irreales cuando comenzamos generando expectativa irreales de éxito y nos negamos y contemplamos la posibilidad de no poder conseguir nuestros sueños u objetivos. Hemos de entender que en todo aquello que comenzamos cabrían múltiples alternativas, el asumir que todas son válidas aunque no sean las que en principio hemos deseamos e imaginado, o en palabras de otros: visualizado.
Devaluamos el crecimiento tras la asunción de el error, y esto es muy importante si planteamos que detrás de lo no esperado o deseado existe un potencial de aprendizaje y crecimiento personal.
Esta manera de afrontar la vida de forma irreal debido al exceso de optimismo que roza lo patológico, puesto que influye en nuestro desempeño y la manera en la que abordamos las diferentes situaciones vitales por las que atravesamos.
Esta filosofía de vida al uso, con la que comercializan el éxito algunos entrenadores y gurús de la felicidad y que pasa por elementos en ocasiones más propios de una secta que de un criterio real y científico, convierten a las personas en vulnerables. Esto sucede puesto que tienden a creer en que cada idea brillante, por muy disparatada o alejada de nuestra propia realidad pudiera parecernos, nos llevará al éxito solo con pensar que así será y auto convencerte de ello.
Sin querer cuando vamos dirigidos por ese exceso de optimismo irreal, nos hacemos vulnerables a las adversidades y problemas cotidianos que nos muestra la vida y que tarde o temprano aparecerá.
Como ya estarás pensado, es lógico percibir que el problema real con el que nos encontramos es la percepción alterada del riesgo que impide hacer predicciones que nos permitan, como si las realiza el optimista inteligente, preveer alteraciones y modificaciones en nuestro plan de desarrollo vital, pues esas situaciones son importantes para nuestro propio proceso personal.
Pero claro, en este momento estarás pensando en ¿cómo conseguimos transformar nuestro optimismo en inteligente sin caer en el pesimismo? Para ello es imprescindible que comprendamos el concepto de optimismo, partiendo de una máxima, ser optimista no implica negar la realidad, sino más bien entender cuales son tus capacidades y habilidades, para así ponerlas en práctica, sin miedo a cometer errores.
Ya que el optimista inteligente asume el error como un potencial de aprendizaje, lo que le lleva a tener más probabilidades de éxitos en las siguientes ocasiones en las que me enfrente a situaciones similares. Buscar las causas y aprender de los errores para no volver a cometerlos. Por lo tanto, dicho potencial nos permite avanzar, a pesar de las dificultades e inconvenientes pero sin duda siendo conscientes de su existencia. Después de todo lo que te he comentado, sigo manteniendo que debemos de ser optimistas ya que nos ayuda a mantener una actitud más positiva ante la vida y todo aquello que deseemos emprender. es más, en la misma línea los estudios plantean que esa forma de abordar la vida es beneficiosa para nuestra salud e incide sobre nuestra felicidad y nuestro bienestar.
Por esa razón debes de ser optimista pero no convirtiéndote en un espectador de la vida deseando que pasen cosas buenas a su alrededor, sino tramando planes y aprendiendo formas que hagan que las cosas sucedan.
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