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Tu cuerpo es la imagen de tus pensamientos

La verdadera belleza es la luz que irradia de un alma madura
Vida Universal
martes, 30 de enero de 2018, 07:01 h (CET)

La imagen fiel de Dios es la belleza interna, la libertad, la claridad, el amor desinteresado, nuestro verdadero SER. Si pensamos solamente en nosotros, alimentamos nuestro pequeño yo, alimentamos nuestro Ser individual. Entonces llegamos a ser nuestra imagen individual. Y nuestra imagen propia es nuestro yo. Tal como sentimos, pensamos y hablamos, así nos imponemos un sello individual a nosotros mismos, porque lo humano inferior, es decir lo no divino que creamos, se introduce en la estructura de partículas de nuestra alma. De allí irradia a través de todo el cuerpo impregnándolo con ello totalmente. Nuestra constitución externa, todo nuestro comportamiento, nuestros movimientos, nuestros gestos y mímica, nuestra expresión del rostro, así como la forma de nuestro cuerpo, son la imagen de nuestros sentimientos, sensaciones, pensamientos, palabras y actos.



La gente joven es frecuentemente bonita, porque es joven. Sin embargo la verdadera belleza es la luz que irradia de un alma madura, independientemente de la edad terrenal. La belleza resulta de los valores internos, de la virtud y pureza del alma. También del rostro de una persona anciana puede irradiar el brillo de la bondad y del altruismo. Con los años los aspectos característicos de nuestro mundo de sensaciones y pensamientos se van grabando más y más en nuestra figura externa. Al mirarnos sinceramente en el espejo, este nos muestra qué aspectos humanos nos caracterizan.



Mediante la auto-observación de nuestro comportamiento podremos reconocernos y tomar las medidas necesarias para nuestra vida. Entonces podremos decidir libremente: ¿Queremos ser divinos o no divinos, es decir permanecer siendo netamente humanos? Divino significa, entre otras cosas, estar sanos, fuertes, alegres, equilibrados y dinámicos. Humano significa en el transcurso de nuestra vida: estar cansado, ser débil, problemático, pendenciero, enfermizo y a menudo gravemente enfermo. Nosotros mismos lo decidimos mediante nuestra manera de sentir, pensar, hablar y actuar.

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Hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre un asunto que, si bien es evidente, se discute y analiza precariamente desde los medios masivos de comunicación: la pérdida de representatividad popular de la izquierda en occidente. Esta disociación con la realidad del pueblo pone de manifiesto el cambio profundo en las prioridades y estrategias de un espectro político que, históricamente, había sido el portavoz de las clases trabajadoras.

Que la luz nos guíe por los valles por donde a veces Dios Padre Todopoderoso nos permite pasar para asfixiar nuestros egos y vanidades, para que un día merezcamos permanecer en las cumbres celestiales. Así sea, un día seremos la luz que soñamos. ¿Todos saben lo que han vivido entre desafíos y superaciones? Entre ser escuchado o ser ignorado por familiares y amigos, por una sociedad enferma que no puede verse enferma.

Atención a la siguiente frase: “Hay hombres para los que nada está escrito, a no ser que lo escriban ellos”. La frase, que bien podría aplicarse a los que escribimos diariamente columnas de opinión, es una de las que se escribieron para el guion de “Lawrence de Arabia”, esa inmensa, compleja y deslumbrante obra maestra del cine.

 
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