MADRID, 19 (OTR/PRESS) Imagina que el presidente de una gran compañía tiene una esposa, que se dedica a otras actividades mercantiles. Pongamos una empresa como Telefónica, Endesa, Zara, etcétera. (Sí, también podría ser el esposo de la presidente, pero sólo conozco el ejemplo de Ana Botín, y pido perdón al fundamentalismo feminista). Sigamos con la hipótesis. La esposa de este presidente de una gran compañía solicita entrevistarse con el dirigente de otra entidad, y le pide, no acudir ella al despacho de quien solicita ver, sino que sea el dirigente quien acuda a la central de esa gran empresa, donde la esposa tiene un pequeño despacho, cerca de donde se encuentra el de su marido, el señor presidente. Imagina, además, que una de las empleadas de la empresa del marido, se dedica a escribir cartas, enviar correos, y llevar a cabo gestiones, relacionadas con las actividades mercantiles de la esposa. Un día, esto se sabe. ¿Cree usted que seguiría siendo presidente de esa gran empresa el marido? ¿O que el marido se quejara de persecución? No, y algún accionistas importante señalaría que el pequeño escándalo tiene repercusión en el prestigio de la empresa, y -todavía peor- que ha motivado la caída de la cotización de las acciones de la compañía, en Bolsa. Y eso sí que no lo tolera nadie. Bueno, pues esto mismo -que no tiene responsabilidad penal- lo ha llevado a cabo la esposa del presidente del Gobierno del decimoquinto país más importante del planeta. Y aprobar, e incluso aplaudir, esa manera de obrar, como si España fuera un cortijo de la propiedad del poder Ejecutivo, o una dictadura clásica, donde se hace lo que manda el dictador y su familia -o el secretario general del partido comunista y su familia- es un desprecio a la inteligencia y ética de los españoles, a su sentido común, el atropello de la equidad y la justicia, y un ejemplo grosero de desdeño y desaire a los ciudadanos de un país, que no merecen ser vilipendiados. Y ni siquiera entro en cuestiones judiciales sobre subvenciones a compañías aéreas, que tienen buena relación con la familia del presidente, porque eso pertenece a la materia penal. Me refiero a lo que se sabe, a lo que no es un bulo, ni una mentira, sino hechos conocidos y admitidos por los protagonistas. Y, claro, cuando me entero de que el marido de la señora protagonista, va a impulsar una ley para atajar bulos y mentiras, es como si me informaran de que el presidente de la Asociación de Alcohólicos Anónimos va a ser un borracho irredento.
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