MADRID, 5 (OTR/PRESS) Sí, ya sé que el próximo embajador norteamericano en España será el empresario Benjamín León, de ascendencia cubana y de ochenta años de edad, entre cuyos escasos méritos 'diplomáticos' se encuentra haber financiado con bastante generosidad una parte de la campaña de Donald Trump. Pero en círculos diplomáticos se comenta con no poca insistencia que el 'hombre de Trump' (y, por el momento, de Elon Musk) en España no tendrá que ver ni con las cámaras de comercio, ni con organizaciones bilaterales de carácter económico o cultural, ni menos con el Ministerio de Exteriores: de hecho, el 'hombre del secretario de Estado norteamericano', Marco Rubio, será... Santiago Abascal. Abascal fue, recordemos, el representante de España invitado a la toma de posesión de Trump en el Capitolio de Washington, en su condición de líder del grupo europeo Patriots, que integra a varios partidos populistas de la derecha radical, o de extrema derecha, si usted quiere. Un claro signo de desprecio al Gobierno español y al propio líder de la oposición, Alberto Núñez Feijoo, cuya formación no ha sabido, o podido, reaccionar de manera contundente a la irrupción de Trump en la política mundial. Abascal tendrá un indudable papel protagonista esta misma semana, al albergar en Madrid una 'cumbre' de líderes extremistas europeos, señaladamente la italiana Meloni y el húngaro Orban. Es el gran momento de Abascal, mimado por las encuestas -Vox es la preferida por los jóvenes menores de veinticinco años, según algunos sondeos, que dan a los de Abascal hasta 44 escaños si ahora hubiese elecciones-, aunque se produzcan algunas defecciones en sus filas, como la del burgalés Juan García Gallardo, ex vicepresidente de la Junta y figura con escasas dotes de prudencia verbal y menos aún de coherencia política Claro que el propio Abascal, como tantos otros populistas -Milei, el propio Trump, Bolsonaro-, tampoco destaca por su contención, por ejemplo cuando acusa a PP y PSOE, indistintamente, de haber "estafado y traicionado a los españoles". Así, Abascal se perfila crecientemente como el problema y la solución para un hipotético gobierno de la derecha en España. Sin los escaños de Vox, comandados por una diputada poco sonriente como Pepa Millán, el PP no alcanzará esos 190 votos en la Cámara Baja prometidos por algunas encuestas, para lo que valgan. Pero, con Vox, el proyecto del PP, que Feijoo quiere 'moderado' -véase el viraje en el 'decreto ominibus' sobre pensiones y otras cosas-, el proyecto del PP quedaría desvirtuado ante no pocos electores descontentos con la gobernación socialista. Difícil reto el que tiene planteado Feijoo: ni con Abascal ni sin Abascal tienen sus males remedio. Y no creo tampoco que 'think tanks' como el que quiere poner en marcha Iván Espinosa de los Monteros, tratando de propiciar un acercamiento entre ambos, vaya a servir para mucho. Desconocer la importancia de Vox en estos momentos políticos, despreciando a la formación como hace siempre que puede (en público) Pedro Sánchez, sería poco realista y mendaz. Exagerar el peso de una figura como Abascal, que rompe muchos esquemas de una democracia consolidada, sería también un error. Pero ahí está el líder de Vox, preparando su 'ofensiva diplomática' de este fin de semana, una gran 'photo opportunity' para evidenciar su peso internacional. Todo un signo de los tiempos que vienen, sean cuales fueren. Pero van a ser tiempos duros, lo advierto. Lo de Abascal es una muestra.
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