MADRID, 12 (OTR/PRESS) La escena de la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, con la vicepresidenta Yolanda Diaz diciendo que se había enterado por los medios de que la subida del salario mínimo iba a tributar en el IRPF y la portavoz Pilar Alegria desmintiéndolo, fue de traca. Cada una decía una cosa diferente, como si no formaran parte del mismo gobierno o no estuvieran sentadas a la misma mesa. Solo les falto darse un manotazo, dada la tensión del ambiente. Bien es verdad que la ministra de Trabajo lleva una temporada marcando perfil y agenda. Dado el declive de su formación en las encuestas, necesita ofrecer una alternativa de defensa a ultranza de los asalariados, de óptimas relaciones con los sindicatos y de claro enfrentamiento con la patronal. Su defensa de la reducción de jornada y de la subida del salario mínimo, la ha llevado a ser portada de todos los medios de comunicación. El PSOE, su socio en Moncloa, mira para otro lado porque, si Sumar se convierte en una fuerza irrelevante no hay posibilidad de volver a ganar elecciones. Pero todo tiene un límite y los órdagos, públicos y teatralizados, a la ministra Montero y al responsable de Economía, Carlos Cuerpo, están acabando con la paciencia socialista. Y más cuando se arriesgan a que el Congreso tumbe su pretensión recaudadora. El PP, que ha visto en la batalla posibilidades de medrar, defiende que el Gobierno obliga a los empresarios a pagar la subida del SMI y se queda con la recaudación que impone a los trabajadores. Conclusión, votarán en contra. Si los de ERC y SUMAR hacen lo mismo la medida no saldrá adelante. El PSOE debería plantearse si, como dice Pedro Sánchez, pretende acabar la legislatura y gobernar hasta 2027, hasta qué punto el ruido de las luchas cainitas no daña más que el temor al desplome de su socio. También conviene recordar a Yolanda Diaz que su híper protagonismo no oculta la vergonzosa actuación de su ex "compañero" y portavoz, Iñigo Errejon, en el juicio por abusos sexuales. Y todo esto no dejaría de ser un episodio más de la cotidiana lucha política sino fuera por el trascendental momento que vive la situación internacional: un presidente Trump desatado, amenazando y queriendo comprar Gaza y expulsar a todos los palestinos, poniendo aranceles al acero y al aluminio, deportando migrantes, amenazando a Panama. Frente al caos, unidad de la UE y menos protagonismos. Que ya tenemos bastante.
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