MADRID, 26 (OTR/PRESS) Cataluña financió casi a coste cero, con el dinero de todos los españoles, su mala gestión desde hace décadas, de los servicios públicos, especialmente la sanidad y la educación, donde es más importane hablar catalán que ser un buen profesional, sus delirios independentistas, sus subvenciones a grupos separatistas, su referéndum ilegal, sus embajadas en el exterior, en suma su intención de violar las leyes y el Estado de Derecho y tapar, al mismo tiempo, su incapacidad para gobernar. Así hasta 73.000 millones de euros porque los mercados no estaban dispuestos a prestarles dinero por falta de confianza en que lo pudieran devolver. Para Junqueras y Puigdemont, los dos responsables máximos de este desaguisado, con la complicidad del PSC, la debilidad del Gobierno de España es lo mejor que les podía pasar. Así que a los indultos, la amnistía y todo lo demás, sumaron la reivindicación de que les condonaran lo que deben. Junqueras exigía 15.000 millones, el Gobierno les va a dar 17.000 y Puigdemont, para que Junqueras no salga vencedor, ha dicho que tienen que ser los 73.000. Todo se andará. El Gobierno disfraza con una quita a todas las comunidades autónomas, inequitativa y tramposa en el fondo y en la forma, lo que es una condonación a Cataluña de su deuda y de paso castiga a la Comunidad de Madrid -a Diaz Ayuso y a todos los madrileños- porque Madrid es la única comunidad autónoma que no acudió al Fondo de Liquidez Autonómica. El Gobierno, incapaz de pactar una nueva financiación autonómica justa, lanza el mensaje de que gastar más de lo que se ingresa está bien, de que las deudas no se tienen que pagar, de que la disciplina fiscal es una tontería, de que subir los impuestos a los ciudadanos tiene premio y bajarlos, se penaliza, y, sobre todo, miente a los ciudadanos porque la deuda, como la materia, no desaparece, sólo se transforma. Esa "condonación" solo significa que lo que tenían que pagar los ciudadanos de cada autonomía, en función de lo que sus gobiernos hubieran pedido prestado -con Cataluña a la cabeza, seguida de la Comunidad Valenciana, Andalucía y Castilla-La Mancha, todas ellas bajo dominio socialista durante muchos años-, lo vamos a pagar ahora todos los españoles a escote, salvo los vascos y navarros, que tienen su fiscalidad propia y que, casualmente, también son los que sostienen a este Gobierno. Es como el timo de la estampita, actualizado por María Jesús Montero, al grito de "¡Pedro qué grande eres!". Decir que "todos ganamos" y que "a ver cómo explican algunas autonomías su negativa al perdón de la deuda", no sólo es trilerismo político y hacerse trampas al solitario sino una estafa. Es tomar por tontos a los ciudadanos, pero, como decía José Mota, "no tontos del to pa un rato, sino tontos del to pa siempre". Quienes nos gobiernan parecen creer o hacernos creer que somos tontos, atontados, tontainas, tonteras, bobos, estúpidos, lelos, alelados, memos, simples, cortos, sonsos, zotes, merluzos o toletes, todos ellos sinónimos de tonto, en total quince, uno por autonomía "condonada". Decía no hace mucho Antonio Garrigues Walker, que "si carece de precio jurídico engañar a los ciudadanos, se les engañará sin pudor y de forma mecánica y descarada". Pero, cuidado, como dice una canción de C Tangana, "porque te advierto que me he cansao, que hasta los tontos tenemos tope". Pues eso, todavía tenemos derecho a no ser engañados. O a no dejarnos engañar.
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