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Abel Pérez Rojas
Abel Pérez Rojas
Relato breve

Ella sabe que difícilmente llegará a tiempo. Son casi seis menos veinte y, si el tráfico vehicular no presenta ningún inconveniente, arribará a su destino veinticinco minutos después de la hora acordada. Sabe que por más desesperación que le invada, ésta no cambiará la velocidad del microbús que a duras penas le brindó pocos centímetros de uno de los estribos traseros.

Todos somos tocados por todos, unos más, otros menos, pero por algo somos seres sociales

Difícilmente sabemos hasta qué punto y en qué dimensiones ciertas personas nos influyen. A veces, la incidencia que tienen otros en nosotros no es cuestión de tiempo ni del número de repeticiones, sino de la confluencia de las condiciones y las circunstancias.

Era una mujer muy creyente y se asumía bendecida. Varias veces la vi regalar comida a personas necesitadas. Me consta que tenía un enorme corazón

“Algo sucede en el cielo que, están pidiendo apoyo desde la Tierra”, pienso mientras el auto de alquiler se abre paso entre charcos, tráfico y varios kilómetros de distancia entre el centro histórico de la ciudad de Puebla y un punto a la periferia.

La poesía es como la lluvia con la que jugabas en tu infancia y te ayudaba a ser más niño...

Afuera llueve mientras intento dar cuerpo a estas líneas. Recién he salido de unas semanas en las que me he visto forzado a intentar cambiar algunos de mis hábitos perniciosos. El inicio no es sencillo, pero transcurridos algunos días me asombro del maltrato inconsciente que le he infringido a mi cuerpo, de la alteración emocional que me he causado como consecuencia de pequeños detalles que con el paso de los años se convierten en pesadas cargas.

Imposible meterse en la mente/corazón del otro, sin importar cuán cercano sea y de quién se trate. A pesar de la experiencia acumulada, los conocimientos adquiridos y los avances en las distintas áreas del saber humano, es irreproducible la experiencia propia, en consecuencia, es una interrogante el mundo interior de nuestro vecino.

La semana pasada escribí en torno al segundo tomo de "Etología y caractitud" (Salvador Calva Morales. UMA. 2023), una obra en la cual el autor analiza la etología de cuarenta especies silvestres y, a partir de ciertas puntualizaciones y observaciones de especialista, las traslada al campo educativo, específicamente al desarrollo humano.

Recientemente ha salido a la circulación el segundo tomo de "Etología y caractitud" (México. UMA. 2023), el más reciente libro de Salvador Calva Morales. Este segundo trabajo consolida la metodología del autor por la cual estudia la etología de cuarenta especies de animales silvestres, reflexiona en torno a ellas, y sus observaciones las traslada al campo del desarrollo humano para encontrar puntos convergentes de aprendizaje.

Con el paso de los años se va perdiendo el registro exacto de los hechos, tanto en el ámbito social como en el individual, de ahí la importancia de la Historia como ciencia. No obstante que el recuento del pasado debe transitar por diferentes tamices, el resultado no está exento de acalorados debates y acérrimas controversias.

¿A dónde van los poetas cuando trascienden? Sí, cuando dejan esta vida y, como se dice en palabras llanas, fallecen. ¿Dónde quedarán esas tardes de escenarios, de lecturas públicas, de cafés cómplices y las noches de creación lírica? ¿Acaso solo polvo son quienes trataron de experimentar en sus versos la fragilidad de la existencia, la trascendencia de la obra y los registros que transitan de generación en generación?

La obra de Jonathan Vásquez cuenta historias sin aparente interconexión, pero que, a través de sus elementos estéticos cobran sentido en los rincones cerebrales en el preciso momento del clic racional con el intuitivo. El artista está caminando un trecho místico muy interesante. En su andar entre luces y sombras ha encontrado personajes que ha traído a sus cuadros como una forma de bañarlos de luz.

Para muchos, entre ellos yo, el tránsito por la reciente pandemia fue más llevadero gracias a asirse a la poesía. La poesía fue una especie de refugio en los días aciagos de incertidumbre, miedo generalizado y confinamiento. El primer año de la enfermedad ha sido uno de los periodos en los que más he asumido el estado poético permanente.

Dicen que mentalmente, en un tris, hacemos un recuento sintético de lo que ha sido nuestra vida cuando se está al borde de la muerte o ante un peligro inminente de proporciones desconocidas. Los que saben afirman que esa especie de película que corre a velocidad luz es producto de la llamada “respuesta de estrés”.

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