Recientemente ha salido a la circulación el segundo tomo de Etología y caractitud (México. UMA. 2023), el más reciente libro de Salvador Calva Morales.
Este segundo trabajo consolida la metodología del autor por la cual estudia la etología de cuarenta especies de animales silvestres, reflexiona en torno a ellas, y sus observaciones las traslada al campo del desarrollo humano para encontrar puntos convergentes de aprendizaje a través de lo que él ha llamado la caractitud (carácter y actitud).
Ahora el autor examina el comportamiento de jaguares, camellos, jabalíes, mapaches, lobos, koalas, toros, entre otras especies de las cuales podemos aprender conductas relativas a la lealtad, la persistencia, la fuerza, la supervivencia, entre otras cualidades valiosísimas para el bien vivir.
En esta mini colección al seno de la Colección Biblioteca Salvador Calva Morales, el autor vincula sus saberes como veterinario, educador, poeta, empresario y humanista.
Como primicia y con la autorización del autor, a continuación les comparto el prólogo que escribí para esta obra, el cual aparece publicado junto al del brillante experto neurociencias, doctor Enrique Canchola Martínez.
Hay varios componentes que hacen de Etología y caractitud tomo I y II una obra de alcances profundos e históricos.
Quizá el primero de ellos sea que no es producto de la improvisación ni de especulaciones exclusivamente académicas, sino que fue incubándose con la vivencia acumulada de más de siete décadas de experiencia (experiencia, del latín experientia [prueba, ensayo]), derivación del verbo experiri (experimentar, probar), del autor con animales.
Inicialmente, con animales de granja y después con animales silvestres, Salvador Calva Morales ha interactuado casi toda su vida con quienes califica de “hermanos”.
Lo mismo como responsable de la salud de los animales de un circo o de un zoológico, que de sus propios caballos, perros o de las especies de alguna de las tantas granjas que requirieron sus servicios de médico veterinario y zootecnista.
Salvador se volvió un observador minucioso del comportamiento de sus pacientes, los animales, porque como bien él afirma: “ningún animal puede decir exactamente sus síntomas como lo haría un humano cuando se encuentra enfermo”.
Observó, observó y observó.
Aprendió a deducir con gran fineza y a anticipar las reacciones de los animales.
Tomó miles de notas que se convirtieron en pilas de apuntes sobre comportamientos, sintomatologías, reacciones, fórmulas y terapias vinculadas con sus pacientes.
Como si se tratase de un coleccionador sin punto de satisfacción, clasificó filminas y fotografías que estudiaba a solas para agudizar su tamiz experto como juez canófilo.
Su formación científica y su amplia experiencia le permitieron realizar múltiples aportes a la salud animal, porque fue de los primeros en usar e importar equipos que en México no había, y cuando esto era insuficiente, se las ingenió para usar en sus pacientes equipos de diagnóstico, como máquinas de rayos x exclusivas para humanos.
Su visión de futuro le permitió contribuir con la salud de las personas, porque aportó su experiencia, por ejemplo, en las primeras operaciones a corazón abierto y en múltiples cirugías iniciales en su tipo.
En “tiempo de cosecha”, como él le ha llamado a los más recientes años, porque cada vez se ha vuelto más selectivo en las actividades que realiza, vive al lado de un zoológico de su propiedad.
Abre la ventana de su casa, les habla y acaricia a los felinos que vio nacer, quienes lo ven como si se tratase de un hermano mayor, o quizá, de algo muy parecido a su abuelo.
Por otra parte, el autor acumula poco más de cinco décadas en ámbitos educativos de toda índole, principalmente los entornos formales, en donde ha alcanzado una de las máximas escalas: es empresario educativo, rector de un sistema de universidades privadas y, cada vez más, aportador de elementos de corte teórico sobre la convivencia humana como vía para la educación.
En sus primeros años se formó como músico, aprendió a tocar el violín; posteriormente, mientras trabajaba en la granja de la abuela, y luego en la veterinaria de su tío, se esforzó por ocupar los primeros lugares como estudiante, lo cual logró con creces.
Egresado de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ejerció su profesión mientras incursionó en diferentes organizaciones altruistas tratando de cumplir lo que le sembraron en lo más recóndito de su mente: “haz al menos un acto de bondad al día y el mundo será diferente”.
Fueron años de educación permanente.
Cursos de especialización y actualización, formación como rescatista y brigadista en una extensa red de radio ayuda.
Dio inicio su incursión en la educación formal como profesor, pero siempre dialogando con las personas, observando, registrando comportamientos y acumulando saberes.
Salvador sumó décadas conviviendo por igual con animales y personas.
A veces más con unos que con otros, pero siempre yendo de un mundo a otro, de tal manera que, en su mente, integró una sola objetividad holística y se percató que sin error ni equivocación se trata de una única realidad compleja, caótica, pero asimilable desde la mente corazón integradora.
En el torbellino interno que ha creado para sí y para quienes le rodean, Salvador ideó muchos aportes que le permitieron estar siempre a la vanguardia.
Estableció la primera escuela particular en México de Medicina Veterinaria y Zootecnica o la primera licenciatura en Latinoamérica de Artes Escénicas y Circenses.
Y siguió en ebullición la vorágine íntima en la cual vive.
Se volvió poeta —aunque siempre lo fue, pero no se había dado cuenta de todo lo que podía y tenía que escribir—, y parió al escritor que se ahogaba por registrar para los demás lo que ya no podía callar.
Y el poeta escritor facilitó que desde el engrane que habita en algún lugar de su interior emergieran conceptos que han quedado grabados en sus textos, como: caractitud, transpandemia, antologocondensación, el derecho al orgasmo en las personas mayores de setenta años, en fin, son más, pero hay que irlos escudriñando para extraerlos de cada una de sus obras.
Con sus propias características, desde su particular ángulo, pero para escribir esta serie de dos tomos Salvador se asume en el nivel de artífice que logra fusionar las contribuciones de grandes etólogos como Konrad Lorenz, Karl von Frisch, Niko Tinbergen, entre otros, y la sensibilidad y humanismo de Edmondo De Amicis, Antoine de Saint-Exupéry y un toque de Viktor Frankl.
La alquimia —si se me permite llamarle así por la ciencia oculta, que estando a la vista permanece no visible para la mayoría—, alcanzada por el autor debe ponderarse en el momento histórico que estamos viviendo: somos sobrevivientes de la primera gran pandemia del siglo XXI que le costó la vida a millones de personas alrededor del mundo.
Sí, el autor pare Etología y caractitud tomos I y II, en el momento colectivo existencial en el cual resolvemos la siguiente disyuntiva: seguimos como vamos —cuyo desenlace parece inevitablemente la involución y la desaparición humana—, o elegimos nuevos derroteros que permitan enmendar el rumbo.
No es exagerada la afirmación anterior, al menos no cuando se contextualiza.
Por ejemplo, solo en una de las tantas aristas que emergen en forma de amenaza global, Geoffrey Hinton, considerado uno de los padres de la inteligencia artificial moderna, recientemente abandonó intempestivamente Google y sostuvo en The New York Times, que dados los avances recientes en el terreno al que tantos años contribuyó: "caminamos hacia un mundo en el que nadie podrá saber qué es de verdad, nunca más".
Quizá el individuo pegado a su dispositivo móvil no vuelva a saber qué es verdad y qué es mentira, pero para personas como Salvador Calva Morales, acudir a nuestros —yo también suscribo la afirmación— hermanos, los animales, es una vía para no sucumbir en la fase asfixiante predominante por la cual transitamos.
Es ahí en donde tiene que dimensionarse esta obra, a la luz de los contextos actuales, de la posverdad, de la inteligencia artificial y el transhumanismo, pero también de la inteligencia colectiva, de la esperanza global humana, de la sabiduría y el pensamiento holístico sistémico.
Sé que habrá quienes no compartan mi opinión, pero yo me siento afortunado de ser parte de Etología y caractitud tomos I y II, porque es una obra de alcances profundos y oportuna para el momento histórico de nuestro aquí y ahora.
Hasta aquí la extensa reproducción de texto.
El mayor de los éxitos para Etología y caractitud tomo II, una obra imperdible.
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