La intimidad del yo y la otredad del todo. La intimidad del todo y la otredad del yo. No hay fronteras en este diálogo frente al espejo. Abel Pérez Rojas
¿A dónde van los poetas cuando trascienden? Sí, cuando dejan esta vida y, como se dice en palabras llanas, fallecen. ¿Dónde quedarán esas tardes de escenarios, de lecturas públicas, de cafés cómplices y las noches de creación lírica? ¿Acaso solo polvo son quienes trataron de experimentar en sus versos la fragilidad de la existencia, la trascendencia de la obra y los registros que transitan de generación en generación? ¿Será acaso, que pese a saber que otros más han transitado el mismo camino, y que las existencias terminan casi igual, nos aventuramos por un acto de egoísmo a recorrer los caminos poéticos interminables? ¿Es tal la gratificación de la creación poética que pese a conocer cómo concluirá todo vamos por la dosis diaria del maná creativo?
Somos los sin tiempo / yendo ida y vuelta / del trabajo a la casa, / preguntándose / si en eso consiste la vida; / esperando un chispazo / que nos haga despertar / antes de la partida. (Los sin tiempo. APR. 2021)
Pienso todo eso meses atrás. Hace unas cuantas semanas –que me parecen años por la vorágine de actividad cultural que le ha seguido–, esos y muchos otros pensamientos invaden mi mente por las calles de Mar del Plata, Argentina.
Es una mañana cálida y en medio del tráfico marplatense no reconozco que he caminado varias calles sin reparar en la belleza de su arquitectura ni he puesto total atención a la agradable conversación de mi acompañante, el destacado escritor y músico Carlos Pereira.
¿Hasta qué punto podemos modificar la realidad con nuestros versos? ¿Es autoengaño la vida entera dedicada al arte, en particular a la poesía?
Quizá nuestras contribuciones son tan sutiles que no podemos dimensionar las afectaciones que hacemos a la humanidad y a los vínculos sutiles de ésta con una realidad más íntima. Como al día siguiente de esas reflexiones entregaré la Distinción al Mérito Civil Dr. Salvador Calva Morales a destacados marplatenses y la Presea Sabersinfin a la entrañable escritora Aurora Olmedo, veo potencia en las interrogantes para el mensaje que emitiré en la oficina del intendente.
Ya inmerso en mi gira literaria de ese día, dejo en un plano no tan visible las inquietudes de tinte trascendente, pero están ahí, dan calor a mis exposiciones literarias en el segundo destino turístico más importante de Argentina.
¿Qué provocó este tsunami de introspección filosófica?
Mi encuentro con la brillante escritora Olga Ferrari (Olga Fernández de Ferrari), con quien tuve la oportunidad de compartir una breve, pero profunda amistad a la distancia.
Gracias a los buenos oficios de Aurora Olmedo, coordinadora de Sabersinfin Argentina, entrevistamos a Olga en varias emisiones de #Poesíaalasocho. Debido a su entusiasmo y profesionalismo, invité a Olga a incorporarse a la mesa semanal de escritoras que conforman #Lunesdepoesíalunar.
Olga participó en varias transmisiones hasta que su salud decayó y tuvo que retirarse. Aún en el hospital pudimos conversar un par de ocasiones hasta que definitivamente ya no fue posible.
Un par de años después, cuando llegué de gira a Mar del Plata, hace un par de meses que parecen muchos abriles, pregunté por ella. Me dijeron que se había retirado de toda actividad pública, que se encontraba hospitalizada y solo recibía a muy contadas personas. Pregunté a mis anfitriones si era posible que me atendiera. Olga accedió, por eso se dio aquel encuentro del cual salí tan pensativo y que dieron origen a los primeros párrafos.
Nos vimos y sonreímos. Nos abrazamos como cuando dos amigos de muchísimos años de conocerse no se han visto. Pidió que nos tomaran una fotografía como recuerdo del encuentro, le pedí autorización para que también fuera con mi teléfono móvil. Accedió gustosa. Me compartió su análisis de la literatura latinoamericana y del valor de la iniciativa que emprendimos desde México para todo el mundo, particularmente con Latinoamérica.
Leímos un par de poemas, uno mío, uno de ella: sin regreso / descalza / corre sin mirar el camino / con el peso de la culpa / por las palabras no dichas / que la hicieron caer / en el hueco de la indiferencia / atrás / el tiempo que ya no existe / como sombra irreverente / ciñe su respiración entrecortada / golpea en silente exaltación / en deshabitado paisaje / el viento borra sus huellas / las marcas / escondidas en el cuerpo / traspasan la frontera del dolor / humedecen la memoria / máscaras desorbitadas / giran en confundido espejo / distraen / el último embate de esperanza / atraviesan la línea de lo posible / para caer / en caprichosa indiferencia (Sin regreso. Olga Ferrari)
Guardo para mí sus palabras con respecto a mi trabajo. Le dio mucho gusto saber que la incluimos en la Tercera antología internacional de poesía sabersinfin y que estábamos iniciando los trabajos de la Agenda de poesía latinoamericana actual 2024, en la cual, por cierto, incluimos algunos de sus versos. Me dijo que cuando se recuperara regresaría a impulsar lo que tanto amó, las letras, en particular la poesía y que, faltaba más, regresaría a #Lunesdepoesíalunar.
Me despedí de ella reflexivo, pero con la paz que da haber viajado poco más de siete mil quinientos kilómetros y haber tenido la oportunidad de saludarnos.
Visitar a Olga fue como si con ello me encontrara con muchos otros poetas convalecientes que entrados en años luchan con sus afecciones.
Ayer, me entero de la muerte de Olga Ferrari, casi al mismo tiempo que escribía estos versos: somos olvido en el futuroaún inmaduro, / presente fugaz para muchos / … / casi todas las mañanas, / cuando el sol despunta, / soy recurrente; / pienso, sin que me hastíe, / que somos futuro consumado, / recuerdo de quienes nos aman / y el pasado olvidado de ciertas personas / que quisiéramos nos tuvieran / en su presente permanente. (Futuro y presente. APR. Julio 2023)
Redacto la esquela respectiva. Busco la plantilla negra con letras blancas, el logotipo oscuro, las palabras acostumbradas con los cambios de rigor para la ocasión.
“Quienes conformamos Sabersinfin externamos nuestro más sincero pésame…”.
Te adelantaste Olga. Te adelantaste y nos dejas un poco más de tiempo para tratar de hallar respuestas más o menos satisfactorias a interrogantes punzantes:
¿A dónde van los poetas cuando trascienden? ¿Se perderán igual que lo hacen las hojas de los árboles cuando mutan en hojarasca y terminan absorbidas por la tierra?
Olga, varias veces te pregunté al concluir las transmisiones multimedia en las que participaste: —¿Qué te llevas y qué nos dejas? Siempre contestaste: —Me llevo parte de su corazón, les dejo mi poesía y con ella les dejo también parte de mi corazón. ¿Por qué habría de ser ahora diferente tu respuesta?
Olga, ¿qué te llevas y que nos dejas? Responde Olga, hazlo desde donde te encuentres, susúrranos algo que nos anime a andar el camino que ya sabemos cómo termina.
Mientras ella nos responde a través de algún agujero negro provocado por el descenso de la inspiración o, en lo que logramos horadar el techo de cristal de la ilusión corruptora, citemos sus versos, difundamos su obra a manera de complicidad gremial o de pronóstico anticipado.
Qué pasará mañana / si todo se ha ido / en el resplandor de alguna estrella / en el rumor de las campanas / y la claridad del alba / cuando se ahoga la voz / en el abrazo de sombras / un nudo de luz / gira en confundido espejo / distrae.., desorienta / para caer en caprichoso vacío / donde cruje otro tiempo / con el áspero sabor del fracaso /
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