Afuera llueve mientras intento dar cuerpo a estas líneas.
Recién he salido de unas semanas en las que me he visto forzado a intentar cambiar algunos de mis hábitos perniciosos.
El inicio no es sencillo, pero transcurridos algunos días me asombro del maltrato inconsciente que le he infringido a mi cuerpo, de la alteración emocional que me he causado como consecuencia de pequeños detalles que con el paso de los años se convierten en pesadas cargas.
Desarmonización y desenfoque son solo algunos de los efectos por no estar atento al presente.
Sigue lloviendo mientras oscurece cada vez más la tarde.
Una lista de reproducción de jazz es mi compañera, porque, entre otras cosas, también estoy evitando las melodías que me pongan nostálgico en relación con el pasado o con la incertidumbre del futuro.
Los cadenciosos sonidos del piano me hacen caer en cuenta que este lapso creativo es especial, muy especial.
Pareciera como si los gatos y los perros de mis vecinos de arriba, de abajo, de los costados, de todas partes, se hubieran puesto de acuerdo para hacer un silencio que me deja oler mejor el concreto húmedo del edificio gris en el que moro.
De reojo doy una lectura rápida al borrador de la entrevista que hace poco le realicé a mi querida amiga, la destacada escritora Sarahí Jarquín.
Me distraigo por unos momentos y me pierdo en las páginas de Efluvios de un octagelescente, el más reciente y artístico libro de Salvador Calva Morales.
Me levanto de la mesa de trabajo, sigo con el índice los títulos de los libros que casi ya no caben en el librero color cedro. Vuelvo a extraviarme en las ideas sobre lo que escribiré esta semana.
Regreso al teclado.
La palabra lluvia salta a la vista.
Traigo a continuación lo que surge en el motor de búsqueda de mi obra al escribir: “poema lluvia” la lluvia de agua y ceniza no cesa / una mole viva exhibe nuestra fragilidad / activar el chip de poeta bombero / para enfrentar la angustia creciente / porque afuera sigue lloviendo / lluvia gris inusual / en mi rostro el aguacero / se confunde con la sal de la tierra y de los huesos / pero me resisto a ceder / me opongo a entregar la plaza / a darme por vencido / a callar mis versos / al reino del pánico y de la turbación / aunque afuera sigue lloviendo / lluvia gris inusual / si la explosión temida llega / si la lava arrasa con su furia sabida / que el miedo no me domine / no paralice mi voz ni mis letras / que la poesía vuelva a ser mi escudo / mi tabla de salvación en lo más oscuro / en este parto imponente de la Madre Tierra / afuera sigue lloviendo / lluvia de la furia del volcán (Lluvia inusual. APR. 2023)
Parece tan distante ese poema, pero me provoca recordar que tan solo hace tres meses, quienes vivimos en torno al volcán Popocatépetl estuvimos bajo la amenaza de una posible erupción.
Lluvia inusual surgió en medio de un ambiente de incertidumbre y preocupación por la contingencia.
En esos días la alerta del volcán escaló a nivel amarillo fase 3.
Hace tres meses la amenaza de erupción fue el preludio al desarrollo del V Encuentro Internacional de Poesía Sabersinfin, el accidente automovilístico que sufrí, en fin, mucha tensión y estrés acumulado.
En el exterior la lluvia ha cesado, recién me he dado cuenta.
Voy al siguiente resultado de las palabras “poema lluvia” en el motor de búsqueda de mi acervo personal.
Llueve leche a cántaros / porque abunda el apetito / y muchos duermen / con el estómago vacío. / Tanta lluvia / provoca que los charcos / den paso a lagunas / que estarán cubiertas de nata / cuando salga el sol. / Oportuna borrasca / para raquíticos zombis / que caen por debilidad. / Es tan improbable / esta lluvia / como imposible / es que no haya hambre / ni seres muriendo de pobreza, / víctimas de la ambición. (Lluvia improbable. APR. 2019)
Fantasía y realidad.
Fantasía de la lluvia improbable, realidad de la hambruna en muchas partes.
El poema data de mayo del 2019.
La pandemia no existía, fue en diciembre de ese año cuando se reportó el primer caso en Wuhan, China.
Eran días que estando tan mal no nos dábamos cuenta de lo bien que estábamos, porque no imaginábamos lo que vendría meses después.
Estrés y más estrés posterior.
Regreso al motor de búsqueda abierto en una pestaña contigua, encuentro algo más agradable.
La poesía es como la lluvia / con la que jugabas en tu infancia, / como aquella que te empapaba / hasta el tuétano, pero no te enfermaba, / generaba resistencia, anticuerpos / y te ayudaba a ser más niño. / Los poemas son como cada gota de esa lluvia, / te cubre tanto que terminan por atravesarte, / por humectar tu cuerpo por dentro, / tus huesos, tus tejidos; / son tan especiales / ¡que hasta el alma se empapa / y las pesadillas trocan / en sueños de barquitos de papel! / La poesía es como la lluvia / con la que jugabas en tu infancia / y te ayudaba a ser más niño.... (Lluvia de la buena. APR. 2020)
El poema data de enero del 2020.
Muchos pensábamos que la pandemia no llegaría a nuestro país, pero nos equivocamos.
En lo que no nos equivocamos fue en desear ese tipo de lluvia como la descrita en el poema anterior.
Bailar y jugar bajo la lluvia hasta que escurriéramos de tanta alegría que se confundiera con los cantaros caídos del cielo.
De los tres poemas me quedo con éste.
Elijo empaparme con ese tipo de lluvia, con lluvia de la buena.
Vuelvo al teclado negro frente a la amplia pantalla de origen coreano.
La lluvia cesó allá afuera.
La lista de reproducción de jazz aún es larga.
Por salud quiero salir a caminar un poco.
Voy con mi hija menor para que me imparta una clase exprés sobre el uso de WeChat, aplicación propiedad del gigante chino Tencent.
Sé que ya paró la lluvia allá afuera y que solo tuve que acudir a tres de mis poemas para dar cuerpo a estas líneas.
Reservo otros poemas con la palabra lluvia para otro momento tan agradable como éste.
Cierro este artículo deseando que pronto revivas una “lluvia buena” como la del poema y que, repitas la alegría de ser niño.
Un niño feliz.
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