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Luis del Palacio
La linterna de diógenes
Luis del Palacio compagina el periodismo con el estudio de culturas del oriente africano, la India y Nepal. Es miembro de la Egypt Exploration Society de Londres, y ha organizado cursos y pronunciado numerosas conferencias sobre el Antiguo Egipto. Colabora en prensa escrita y medios digitales y ha participado con frecuencia en programas de radio y televisión (Telemadrid, Telecinco, Canal 23, Onda Madrid, RNE, Cadena SER, Onda Cero, Punto Radio…). Ha publicado entrevistas con personajes del mundo de la cultura y la comunicación, como Cristóbal Halffter, Miguel de la Quadra-Salcedo, Nativel Preciado o Fernando Jiménez del Oso. Es autor del libro "Un paseo por la jungla… y otras extrañas aventuras por Asia y África" (ISBN: 9788492497164).
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Al final de las sesudas intervenciones “castristas” de Pedro Sánchez (por ahora anda por los 60 minutos y aumentando) aparece un señor con barbita canosa, algo fondón, cara inexpresiva y gafas de concha, que, según me cuentan, ostenta el impresionante cargo de Secretario de Estado de Comunicación.
Como hace años me explicó el inolvidable Miguel de la Quadra-Salcedo, sentir el peso de un libro en las manos, notar el olor peculiar al abrir sus páginas, hojearlo antes de acometer la lectura, forma parte de un ritual sin palabras que preludia una aventura que nos llevará durante horas y días a un mundo distinto que, en principio, nos es ajeno, pero que poco a poco iremos incorporando hasta hacerlo nuestro.
No muchos recuerdan que el periódico más leído en España y fuera de ella, El País, nació como un proyecto renovador que pretendía insuflar savia nueva a un árbol que era viejo y fuerte, pero decaído por años de censura. La prensa española de entonces contaba con excelentes profesionales y colaboradores, se escribía mucho y bien, pero no tenía “rodaje” en aquello de presentar la información –sobre todo, la política- de una manera esencialmente periodística, en la que la opinión se mantuviera al margen en aras de una mayor objetividad.
Existe un término –librepensador- de connotaciones algo decimonónicas, hoy caído en desuso, que define de maravilla la actitud ante la vida de los que a veces nos sentamos a la vera del camino a contemplar la existencia y su devenir.
A la lenta pero imparable erosión de lo que alguno llamó con acierto “nuestro sistema de valores”, que no es otra cosa que el conjunto de normas de conducta que permiten una convivencia desde el respeto al prójimo y a uno mismo.“La democracia es el menos malo de los sistemas políticos que conozco” Esta frase, que no es cita literal de lo que en su día dijo Winston Churchill, sirve para hacerse una idea de los mimbres que manejamos:Vivimos en una democracia que nadie nos ha impuesto; un sistema político que en su momento elegimos por considerarlo idóneo para proseguir nuestra andadura como país.Durante más de cuarenta años se han cometido errores; pero es evidente que los aciertos los han superado con creces.
Aquel peculiar filósofo español, paradójicamente poco conocido entre nosotros, George de Santayana, cuyas obras más importantes fueron escritas en inglés, afirmaba que “los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Esta frase, atribuida también a otros autores, incluido Karl Marx, podría ser una suerte de mal augurio o incluso un diagnóstico sobre lo que ocurre en España: desconocemos una buena parte de nuestra Historia y lo que “creemos saber” está con frecuencia condicionado por prejuicios que, a fuerza de repetirlos, se han convertido en moneda común.
Sin embargo, lo que más destacaba en ella era su imaginación; una imaginación que hasta ese momento no había creado fantasmas oscuros, sino duendes, seres de luz, hadas con los que jugaba en el Campo de San Francisco cuando salía por las tardes de paseo con dos jóvenes doncellas -María “la rubia”, María “la morena”- a las que mi madre recordaría con gran cariño el resto de su vida.Su padre –mi abuelo- había encargado a su primo Ramón que practicara con ella la lectura, ya que la niña solía confundir ciertas letras y sílabas; padecía de forma ligera eso que hoy llamamos dislexia.
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