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El austriaco, con 24 años y número 7 del mundo, apenas ejerció oposición y firmó su segundo subcampeonato consecutivo en Madrid, tras su derrota ante Nadal en la anterior edición.
Un encuentro donde el Real Madrid no sólo ganó un encuentro y se impuso con una soberana autoridad al Panathinaikos; sino que se trató de un partido que premia al conjunto blanco con un billete a la Final Four de Belgrado; será la sexta presencia en las últimas ocho temporadas y después de superar el factor cancha en contra con el mejor antídoto: Sergio Llull.
Les fallaron sus jugadores; en consecuencia, el Barcelona se proclamó campeón de la Copa del Rey por incomparecencia del Sevilla.
El Joventut se aprovechó de tal circunstancia, con canastas relativamente sencillas, y hasta se sacudió la presión del que se sabe con el agua al cuello.
No hubo nada más que exponer la receta con la que España se hizo un puesto en el Olimpo del fútbol, y que parece haber rescatado, pulimentada y rejuvenecida de cara a su comparecencia en Rusia.
Pero el verdadero foco estará arriba, en la delantera: Diego Costa, Rodrigo (valor al alza) y Aspas deberán mostrar sus virtudes para ser ese delantero centro que tanto se echa en falta en España.
Al descanso, el Valencia acabó mandando en el marcador (38-35) al mutarse extrañamente el rumbo: el Real Madrid falló desde el perímetro (1 de 12 intentos; sólo convirtió Thompkins) y el Valencia demostró su eficacia en el tiro de dos puntos: más de la mitad de sus tiros acabaron dentro (55% contra un 42% desde el triple).
Con esa ventaja, el Real Madrid se manejó con solvencia (y sólo sumó un triple más a los dos conseguidos en los dos primeros cuartos) hasta cerrar el cuarto con mayoría en el marcador; aunque, en ningún caso, inalcanzable (64-55).
A cuatro días de concentrarse en la Copa del Rey -huelga de jugadores mediante-, el Real Madrid pondrá rumbo a Canarias con una sonrisa de alivio.
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