Si los animalistas tuviésemos que enumerar las veces que nos
han dicho que no nos importan los seres humanos, e incluso que los
odiamos, nos faltarían ganas, memoria y dígitos.
Ciudadano, no gires la cabeza ni cierres los ojos. Es un esfuerzo
inútil. La vergüenza, como la horda alrededor del toro, saber acorralar,
y al igual que la lanza en su carne, es capaz de atravesar párpados. En
cuanto a la cobardía propia, esa, nace en el interior.
Si para vosotros, acosar y acorralar a un animal es signo de ese respeto
que juráis que todos ellos os merecen. Si dispararle y rematarle con un
cuchillo, o provocar que huya herido, arrastrando su dolor, hasta que
la hemorragia doble sus patas y detenga su aliento, es una prueba del
amor que decís sentir por ellos.
¿Se imaginan a un grupo de activistas frente al Congreso sosteniendo una
pancarta con este lema: “El sexo a la fuerza no es un acto de libertad.
Condena para los violadores”?, o a unos manifestantes coreando por las
calles: “La quema de montes al Código Penal”?
Hago recuento y ya no leo algunos nombres, pero no siento por ello
resentimiento ni tristeza. Ciertos vacíos en mi agenda me aportan tanto
conocimiento como tranquilidad.
El artículo 337 del Código Penal español comienza así: “El que por
cualquier medio o procedimiento maltrate injustificadamente a un animal
doméstico o amansado, causándole la muerte o lesiones que menoscaben
gravemente su salud, será castigado...”.
¿Conculcan nuestro derecho a una sanidad pública eficaz? Ellos agonizan
en las calles, en las perreras, en las granjas, en los zoológicos, en
los circos…
Leído recientemente en una página taurina, de esas con hemorragia libre
de testosterona y tampones de cinismo para la sangre vertida por el
animal que agoniza en el ruedo:
Citen un ejemplo de crueldad y estupidez humanas en grado extremo y
esperen un momento: rápidamente será superado por otro. Hay personas
incapaces de vivir en sociedad y que requieren de internamiento urgente
en un centro psiquiátrico.
El ojo de un lancero de Tordesillas y el mío obedecen a idénticos
principios anatómicos. Él y yo vemos exactamente lo mismo al contemplar a
un toro derrotado y vencido por el agotamiento y el dolor.
Aquella noche de septiembre no era fría. Diría incluso que algo
calurosa, aunque sin esa torridez estival que agosta hasta la mirada.
Sin embargo yo estaba tiritando.
Su objetivo es informar, denunciar y debatir acerca de la utilización de los animales no humanos, tocando aspectos como su explotación, sometimiento, tortura o muerte bajo diferentes enfoques.
Pero, ¿de verdad que nos asombramos por el resultado de las votaciones
en unas poblaciones de Cáceres donde han elegido emplear el dinero en
toros antes que en creación de empleo?, ¿podemos extrañarnos cuando
vivimos en un Estado en el que el Gobierno, éste como el anterior,
dignifica y cubre de billetes la tauromaquia como se hace con los mantos
de las vírgenes, demostrando que la piedad beata estremece más que el
hambre de los que piden a la puerta de la iglesia?
Digo el nombre de la página en Internet porque creo necesario
identificar a quien se alimenta de contenidos ruines y utiliza de forma
torticera un soporte al que cualquiera puede tener acceso: Agrestezaza.
El Profesor y Veterinario Juan Carlos Illera se ha convertido en una
suerte de anestésico para heridas y conciencias en el mundo taurino
apuntando un afán de narcosis universal.
De tantas y tantas fotografías vinculadas al animalismo como existen y he contemplado esta sigue siendo para mí la más especial por lo que transmite, por lo
que enseña y deja adivinar, por los instantes anteriores a ser tomada.
Un punto geográfico: México DF. Un espacio: la Asamblea Legislativa. Un artículo a modificar: el nº 42 de la Ley de Espectáculos Públicos. Un objetivo: la abolición de las corridas de toros.
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