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El 27 de agosto de 1934, el subsecretario de Estado William Phillips, escribe desde Washington al representante diplomático de Estados Unidos en Paraguay, Meredith Nicholson. Le corrobora que el Gobierno paraguayo, tal como sabe Nicholson, ha aceptado oficialmente y por escrito, sin reservas, la fórmula de conciliación argentina. Le informa que los Gobiernos brasileño y norteamericano están tratando de persuadir a Bolivia para que adopte una acción similar.
Hace unos días recibí de la editorial Anagrama el libro de Roberto Saviano titulado Los valientes están solos. Libro apasionante que he comenzado a devorar por la forma directa de contar una historia de coraje e integridad que terminó con los restos del juez Falcone volando por los aires a consecuencia del atentado perpetrado por la Cosa Nostra, al mando de ese tipo con cara de paleto bobo, Salvatore Totò Riina.
Hoy quisiéramos invitar a nuestros lectores a adentrarnos en las oscuras profundidades de uno de los sentimientos más catastróficos que puede tener un ser humano: el remordimiento. No es casual que tomemos el poema de Borges como referencia literaria y filosófica para tratar de comprender un concepto que atraviesa la existencia de todo mortal que se ha dignado a intentar pensar.
Para estar libre de un error, escribe Borges en el Aleph, conviene haberlo profesado. Tal vez por eso el mismo autor en "Everness" niegue la existencia del olvido. Me recordó a la denuncia de Euclides Acevedo, tiempo atrás embajador paraguayo en España y hoy candidato a presidente, cuando recordó que un medio de comunicación paraguayo, que se jacta de haber luchado por la democracia, le cerró las puertas cuando era preso de conciencia algunas décadas atrás.
Recuerdo haber leído con fascinación algún tiempo atrás un relato borgiano incluido entre las narraciones de “La Historia Universal de la Infamia”, donde rememora al proveedor de iniquidades Monk Eastman.
Recuerdo perfectamente haber leído a y reído con Forges, desde bien pequeño. Sin duda, desde mis 12 o 13 años por lo menos. Tengo muy presentes sus chistes, sobre todo los que publicaba en la revista Hermano Lobo y, más tarde, en Por favor. Sin olvidar sus anuncios televisivos, nocturnos, blanco y negro, del brandy Fabuloso.
Somos gente en camino y, con nuestros andares, hemos de tener el valor de sembrar vida. Cuidado con esos poderes destructivos. Nuestras huellas no fenecen.
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