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“En la presente Convención, se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal: a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo”.La definición jurídica de genocidio adoptada en este caso ha sido objeto de numerosas y justificadas críticas vinculadas generalmente a la excesiva rigidez de la caracterización, que exige un singular elemento subjetivo del injusto, consistente en una intencionalidad destructiva explícita en el autor y que, al propio tiempo, excluye como víctimas probables de genocidio, entre otros, a los grupos políticos.De todas maneras, esta distinción no necesariamente debería aplicarse para delimitar lo que ocurre en Gaza. Pasa que, durante la modernidad, el genocidio tiene -según el autor al que recurrimos- características precisas que lo diferencias de las grandes masacres cometidas en tiempos pretéritos.
El 29 de octubre se cumplió un año desde que se publicaron por primera vez los manifiestos ‘Hay que parar la guerra. Ni Terrorismo, Ni Genocidio’. Hoy, con casi 45 mil muertos ya en Palestina, casi 4 mil en el Líbano, 2 millones de desplazados y más del 70% de las infraestructuras arrasadas, la determinación de quienes firmamos el manifiesto es aún mayor. No vamos a parar hasta conseguir el Alto el Fuego.
Los palestinos que viven en Gaza llevan más de un año soportando una persistente ofensiva israelí, que incluye bombardeos, incursiones terrestres con tanques y soldados, disparos de francotiradores, desplazamientos forzados y condiciones de hambre extrema. Drones armados sobrevuelan constantemente el territorio ocupado, como recordatorio de que ningún lugar en Gaza es seguro y que la muerte puede llegar en cualquier momento.
Las acciones violentas e ilegales que Israel ha venido realizando contra el pueblo palestino durante décadas alcanzaron un nivel nunca visto al dar respuesta al ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre del año pasado. Desde entonces, se viene comportando, en palabras del Alto Comisionado de la Unión Europea, José Borrell, «como un grupo terrorista» y comete un genocidio continuado al que ninguna potencia occidental parece desear ponerle freno.
Recordemos por un instante que, desde la creación del Estado de Israel en el año 1948, se han sucedido guerras, intervenciones extranjeras y ciclos interminables de violencia que han dejado profundas heridas en las sociedades de la región y en sus seguidores, dispersados en todo el mundo.
Las operaciones militares de Israel sobre los territorios palestinos han causado una devastación económica en la Franja de Gaza y un declive sin precedentes en Cisjordania, según se indica en un nuevo informe de ONU Comercio y Desarrollo (Unctad). Esta circunstancia se suma al coste humano que ya se ha cobrado el conflicto.
La Convención Nacional Demócrata que se realizó este año en la ciudad de Chicago ha sido un evento de cuatro días de duración destinado a propulsar la candidatura presidencial de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris. Muchos de los delegados presentes en la convención, provenientes de todo el espectro de la llamada “gran carpa” del Partido Demócrata, apoyan un alto el fuego en Gaza.
Jean Améry, escritor austriaco antifascista, dio con sus huesos en un campo de concentración nazi. Y supo de la tortura en propia carne. Y escribió sobre ella y el suicidio. Y levantó la mano contra sí mismo y dijo adiós a la vida en 1978. Las secuelas del horror hicieron mella en su ser torturado. Dejó para la posteridad varios libros y sentencias terminantes. “Solo en la tortura la transformación del cuerpo en carne se hace completa”.
A fin de entender como desde el propio lado sionista se ven tantos cuestionamientos al gobierno de Benjamin Netanyahu, es bueno estudiar las críticas que les hace uno de sus más distinguidos generales mayores en reserva: Isaac Brik. Brik, quien ha sido ombudsman de las tropas israelíes, recibió la medalla del coraje cuando en la guerra de Yom Kipur (1973) salvó a varios tanques, pese a que el suyo fue bombardeado y su cara fue quemada.
Al menos 60 000 palestinos se han desplazado en áreas del norte y sur de la Franja de Gaza, siguiendo órdenes de desalojo del ejército de Israel y para tratar de huir de los combates y bombardeos que continúan en ese territorio, comprobaron agencias humanitarias de las Naciones Unidas.
“Cuando bajamos del autobús, un soldado nos dijo: 'Bienvenidos al infierno'”. Así se expresaba Fouad Hassan, un hombre originario de Naplusa, una ciudad situada en el norte de los territorios ocupados de Cisjordania, que estuvo recientemente detenido en la prisión israelí de Megiddo.
Al asesinar al principal negociador del Hamás, Netanyahu ha asesinado un posible cese al fuego y condena a más privaciones o a la muerte a sus propios compatriotas rehenes en Gaza. En contra de lo que quiere la mayoría de los israelíes y de los judíos del mundo, él juega con la posibilidad de una guerra regional como la mejor manera de sobrevivir y evitar perder el poder y acabar preso.
El jueves pasado se publicó por quinta vez el manifiesto 'Hay que parar la guerra. Ni terrorismo, ni genocidio' impulsado por Recortes Cero. Un manifiesto que suma -y que sigue sumando cada día que pasa- 703 intelectuales, artistas y profesionales destacados, 151 organizaciones y 14.087 firmas de 35 países diferentes, todos ellos determinados a “no acostumbrarse a las bombas y al genocidio contra la población civil”.
En Gaza, tras nueve meses de conflicto, bloqueo e inanición, los agricultores son fundamentales para la seguridad alimentaria de la población. Para mitigar el impacto del desplazamiento masivo, que ha afectado a la totalidad de la población de Gaza, Acción contra el Hambre ha intensificado su apoyo a los agricultores locales con actividades como la distribución de comida, la promoción de la agricultura local y la puesta en marcha de programas de formación.
Israel atacó el martes las instalaciones de una escuela en Gaza. El ataque produjo la muerte de al menos a 29 personas que se refugiaban allí y dejó heridas a decenas más. El momento en que estalló la bomba fue capturado en video por una persona que filmaba un partido de fútbol juvenil que se estaba disputando en el patio de la escuela Al-Awda. La pelota de fútbol estaba en el aire cuando la bomba explotó.
No parece que esté en el ánimo de Israel ni en el de sus sostenedores permitir razonablemente la creación de un estado palestino. Los acuerdos están para incumplirlos y el tiempo para olvidarlos. Además, ¿con quién acordaron nada los ingleses? Ellos, en sus protectorados, hacen lo que les place, que en su bonhomía siempre es lo mejor. Los palestinos sólo poseen sus propiedades. ¿Acaso constituye esto un vínculo que arraigue al suelo?
El pánico, el caos y el hambre se extienden por la Franja de Gaza, al verse afectadas unas 250.000 personas tras la orden militar israelí de evacuar la ciudad de Jan Yunis, en el sur de ese territorio palestino escenario de una guerra que ya dura nueve meses, según advierten responsables de las Naciones Unidas.
Nos acercamos a nueve meses de la guerra de Gaza, tiempo que demora a una madre alumbrar. Sin embargo, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu no ha procreado ninguna de las criaturas que prometió: eliminar al Hamás y liberar militarmente a los rehenes hebreos. En vez de ello, la resistencia armada anti-israelí se fortalece y la guerra se intensifica en otros 2 frentes: el de Cisjordania (al centro) y el de Líbano (al norte).
Después de la Segunda Guerra Mundial, con la trágica experiencia del Holocausto judío, la comunidad internacional tomó la decisión de restituir al pueblo hebreo un Estado propio. Este proceso culminó con la creación del Estado de Israel en 1948, un hecho que no fue aceptado por la mayoría de los Estados árabes circundantes.
Gaza, el territorio más densamente poblado del planeta, descrito como “la cárcel a cielo abierto más grande del mundo”, se ha convertido en un caldero infernal de sufrimiento humano. Los palestinos que viven en la Franja de Gaza están entrando en el noveno mes de una embestida militar sin precedentes que ha causado la muerte de más de 36.500 personas, aunque se estima que esa cifra es en realidad mucho mayor.
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