| ||||||||||||||||||||||
Mónica García, alias «ME-MA» y «Pistolera», no se había percatado de que tenía un chalet en situación totalmente irregular y en un espacio reservado para la construcción de un hospital. No sé si eso puede pasarle a cualquiera, si la gente se olvida de que tiene propiedades por el mundo o le surgen de repente como surgen los níscalos en otoño.
Traemos aquí a Valle-Inclán por aquello del esperpento, puesto que hoy, por muy pop que se quiera todo, todo deviene expresionista en el antedicho sentido valleinclaniano. Todo se emperifolla de inmediatez y fútil cacareo mediático; lo primero, la política, que al no poseer altura (por poseer la altura que otorga el mérito portado por quienes aportan a esta) está enredada en lo banal.
B y E son iniciales de apellidos de candidatos. No hay posibilidad, parece, de que juntas formen la abreviatura de una unión que es imposible. Por eso ‘be’ es sólo balido, onomatopeya de la voz del carnero, de la oveja o de la cabra. Suave, de animales y humanos, gregarios y sociales. Van seguidas, b-e, siempre en el mismo orden.
Llega un momento en el que la sociedad debe enfrentarse al dilema de intentar averiguar qué es lo que se esconde detrás de las intenciones ocultas de aquel político, hábil en emular a aquel personaje histórico italiano, Leopoldo Frégoli, cantante, actor y gran especialista en el transformismo que vivió entre los años 1867 y 1936 y que gozó de una cierta fama por la velocidad vertiginosa con la que sabía cambiar de atuendo de modo que era capaz de interpretar varios personajes sin apenas solución de continuidad.
|