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En estos días se habla mucho de un libro publicado por el locutor de radio Pepe Domingo Castaño en el que plasma sus vivencias a lo largo de una prolongada carrera ante los micrófonos. Aun no he tenido la oportunidad de leerlo pero parece interesante su vivencia de muchos años en el mundo de la comunicación.
Escribir cartas es ese algo que te hace replantear el tempo, la velocidad de nuestra vida, es aquello que te hace frenar, alejarte de las metas, los propósitos, las redes y la productividad… Un nuevo año ha comenzado, un nuevo año para ir a una velocidad de más disfrute, un continuar más ligero, más libre, más humano.
Y matará al escritor ocupando su lugar. Si el escritor escribió mal... ella ni lo va a intentar.
Escribir un soneto es concentrarse, escribir un soneto es decidirse, escribir un soneto es evadirse escribir un soneto es retratarse.
Adoro a mis correctoras de la revista y venero sobre todo a la correctora personal de mis obras. El problema que hay en el mundo literario, es que los escritores se creen tan sumamente perfectos e inteligentes que no se dejan aconsejar por sus correctores, por lo que la mayoría de las veces, los correctores se sienten con las manos tan atadas que no pueden hacer su trabajo como les gustaría.
Hay quien dice que a la rima el porvenir se le acaba, porque supone una traba y a la libertad lastima. Pero mucha gente estima, que quien de la rima huye, con ligereza se excluye, de gozar la melodía que, en forma de sinfonía, de una buena rima fluye.
Un libro, un poema, una canción deben ser escritos cuando se tiene algo que decir, cuando se tiene algo que contar o comunicar; si se hiciera de otra forma estaríamos desgastando el lenguaje, vulgarizándolo, llevándolo a un estado primitivo de sonidos inentendibles, banales, que no deben perdurar en una impresión.
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