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El valor de la pluma

A Massiel Dayana y Huguette
Hugo J. Vélez Astacio
lunes, 28 de noviembre de 2022, 09:17 h (CET)

Firma pluma HVA


Como escritor estoy claro que pertenezco a una minoría, en donde si lo que escribo lo hago con arte, irónicamente su lectura solo será apreciada por una minoría para la que en primera instancia se escribe. De ahí que el esfuerzo creador cuando se escribe, se centre en ser lo más natural y sencillo posible, sin que ello caiga en lo ordinario que otorga la mediocridad. 


Escribir, si bien satisface y llena es porque uno espera contribuir, sea exponiendo su perspectiva u opinión con sus razones o por dar a conocer una creación. Cabe decirlo, también conlleva su riesgo que bien puede afectarle, cuando con criterio producto de una conciencia crítica se expone la cruda y dura realidad que afecta y nos lastima, dando luz y motivaciones de salir del vivir de esa niebla de desesperanza. La cosa no es fácil ni sencilla. Tampoco ordinaria.


Uno escribe, afirmaba Galeano, básicamente por dos motivos: primero por la necesidad de comunicarnos con los demás, y segundo, por aislar la soledad de uno y la de los otros. La clave estriba en la naturalidad del lenguaje haciendo eso sí, que el tema abordado sea interesante al lector en busca de hacer que haga suya la perspectiva de la realidad descrita. El arte del escritor está en darle brillo a lo escrito, armonía y ritmo que permita realzar lo escrito. En ello estribara que la escritura al leerse, sea nuestra voz  escuchada aún en ambientes de cultura sordas.


Como escritor debemos ser sordo y desconfiados a los aplausos, que como banalidades a uno lo entorpecen y lo inflaman sin nada dentro. Nuestro empeño debe ser trasmitir la realidad lo más posible, incidiendo en las cualidades identitarias y coincidentes con las necesidades afines a las características del pueblo lector. Como escritor pobre, al lector debe vendérsele riquezas, maravillando el futuro con ilusiones de una realidad promisora, pero sin falacias ni escamoteando las causas de los procesos históricos, si es que de historia se escribe.


Como escritor se deben potenciar las virtudes de la cultura y la objetividad, poniéndolas al servicio del lector y de la mayoría a fines de una viva esperanza que mediante la expresión natural y real, contribuya hacia una cultura superior que libere el saber. No olvidar que la cultura de un sistema de vida, determina toda una realidad que como escritor está en nuestra pluma poder contribuir a su desarrollo. No podemos pasar por alto indicar que el escritor debe serle fiel a lo que escribe; expresarse de forma adecuada dándole realmente importancia a lo que escribe. Ser fiel y sincero con verdad, a la realidad que se trasmite. Nunca el escritor debe desestimar el alto compromiso de expresarse bien y lo mejor posible, utilizando las palabras y frases adecuadas, dándoles el valor de lo que verdaderamente significan. Lo anterior dependerá influir o persuadir al amigo lector.


Lo anterior hace que no solo debe manejarse con potestad el tema que se aborda, sino también saber valorarse uno mismo, por cuanto se tiene una gran responsabilidad en la sociedad lectora. Somos lo que escribimos y sobre todo lo que escribimos lo hacemos para cambiar lo que somos. 

La mayoría nos pide; nos exige la orientación hacia el mejor destino. El escritor con su pluma mucho puede contribuir. La conciencia del escritor debe ser efectiva ante el poder de los  faltos de conciencia que se oponen posiblemente por ignorancia, ahí estriba en gran manera la importancia del valor de la Pluma. 


Muy a pesar de los esfuerzos realizados por los escritores conscientes, la historia registra que escribir no tiene mayor sentido, por carecer de réditos económicos favorables. El hambre, la miseria, el analfabetismo nubla y ciega. Más la pluma es un arma de mil cabezas cruentas, que mucho satisface. La culpa del crimen nunca es del cuchillo. La pluma del escritor debe ser utilizada para promover la literatura, el progreso, la cultura, como las  injusticias sociales, y con arte y belleza al escribir exponer lo verdadero de la realidad, y de la deseada con sana imaginación. 

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