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A principios de invierno, la Semana Nobel, en Estocolmo, comienza a desplegar su manto de expectativas, y el mundo entero fija su mirada en la capital escandinava. El histórico Edificio de la Bolsa (Börshuset), construido en el siglo XVII y ubicado en la ciudad vieja, parece respirar la historia y el peso de las decisiones de la Academia Sueca.
¿Qué tienen en común Estocolmo y Buenos Aires, dos ciudades opuestas, no sólo geográficamente? ¿Es casual que la bandera de Boca Junior, uno de los clubes más antiguos del fútbol argentino, haya elegido sus colores “xeneizes” gracias al emblema de una embarcación sueca que atracó, hacia 1905, en el puerto de Buenos Aires- hoy, barrio de La Boca -? ¿Debemos al azar que el cine de Ingmar Bergman haya sido aclamado, a sala llena, en los principales cines porteños?
Al Gobierno español le aterra la verdad con respecto a los miles de muertos por su calamitosa gestión, por eso hay que buscar un plan como sea y caiga quien caiga. La realidad del desprecio a los muertos acoquina a la izquierda, pero es su gestión y es lo que hay. Al Gobierno le gustaría que desaparecieran para salvarse y, a la vez, despenalizar al presidente más embustero y cínico de los últimos nueve lustros.
Lo que atrajo a esta notable diversidad de sectores de la sociedad sueca, así como a representantes de los más variados rincones del planeta, fueron el activismo, el coraje y la pasión.A lo largo de las últimas cuatro décadas, durante los cortos y oscuros días del invierno boreal y a principios de diciembre, decenas de personas se reúnen en la capital de Suecia para homenajear a un grupo de personalidades diferente cada año, cuya trayectoria se destaca por haber promovido cambios sociales, por denunciar importantes problemáticas mundiales o ser líderes de luchas sociales: los ganadores del premio Right Livelihood Award.
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