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Hay cifras que abruman y otras que indignan. En medio del ruido político, de las cumbres europeas y los titulares grandilocuentes sobre defensa, hay una realidad mucho más silenciosa y dolorosa, la sanidad pública española, y especialmente la asturiana, se hunde en una precariedad sostenida mientras el Estado se prepara para guerras que, con suerte, nunca llegarán.
Parece ser que se cierne sobre nuestras cabezas una seria amenaza bélica.Para contrarrestar la misma, los distintos gobiernos están poniendo en marcha una serie de medidas defensivas y ofensivas. No lo tengo muy claro. Ni ellos tampoco. Cada país esgrime sus argumentos que, según ellos, son los mejores. “Totalmente irrebatibles”… hasta dentro de un rato, que diremos otra cosa.
Obviedad inadvertida entre la hojarasca que se oculta en el fragor político de la rabiosa actualidad: aquellas personas que claman por el rearme jamás irán al frente de batalla. Los cuerpos que caerán en el lodo serán los de siempre, la clase que trabaja, la clase que cuida, los y las que nada tienen que perder salvo la vida misma.
Estos días, un prestigioso diario nacional decía que durante décadas EEUU había sido una potencia cultural y que sus valores habían marcado el rumbo del mundo (¿nostalgia del anterior gobierno, reproche al actual?). El tono era similar al de un paraíso perdido irrecuperable.
No es la primera vez que desde las comunidades cristianas populares (CCP) hemos denunciado todas las guerras y defendido siempre la paz. Hoy nuevamente no podemos callar -como hace la comunidad internacional y salvo pequeñas excepciones, hasta la misma ONU-.
Don Alberto Núñez Feijóo, Vd. ha sido llamado para poner a Sánchez en su sitio, y ha sido llamado ahora por el mismo Sánchez. Vd. está en condiciones de exigir, de plantear, de poner a Sánchez en su sitio y a los españoles sacarles de debajo de la bota de Sánchez. Hay que cooperar, colaborar, ser Europa en este momento clave.
En España las dos pesadas cadenas atadas por el hegemonismo estadounidense son la causa principal que nos asfixia como pueblo y como país. Pero las desencadenadas luchas crecientes de nuestra gente no solamente resisten el salvaje saqueo que sufrimos, sino que poderosamente influyen políticamente como movimiento popular.
Ahora también sabemos que la máxima autoridad diplomática de la Unión Europea (UE), Kaja Kallas, ha repetido públicamente lo que públicamente Trump nos exige, que gastemos mucho más en lo militar -un 5%-, es decir, mucho más empobrecimiento para los pueblos.
Según han informado algunos medios estos días, como El País ayer, el gasto militar en España ha sido un 20% más elevado de lo inicialmente previsto en los Presupuestos Generales del Estado, desde 2022. La noticia no sorprenderá a quien conozca cómo se elaboran desde hace años las previsiones presupuestarias en materia de defensa.
Hace unos días, un lector de la web me pedía que escribiese algo sobre el papel que los gastos militares desempeñan en la vida económica. Pensaba abordar el tema, pero un artículo reciente de Thomas Palley creo que lo hace con mucho más conocimiento y brillantez.
El presupuesto del Ministerio de Defensa ha aumentado en 10 años, un 113,3%, pasando de 6.676,7 millones de euros en 2014 a 14.453,8 millones en 2023. Y en tan solo un año, de 2022 a 2023, un 23,4%. Un nuevo informe del Centre Delàs d’Estudis per la Pau analiza el aumento del gasto militar español y de las inversiones en los últimos cuatro años, en un contexto de espiral armamentista exacerbado por las presiones de la OTAN para el incremento de los presupuestos en defensa.
Uno de los mitos más extendidos en nuestra sociedad es que la economía capitalista en la que vivimos funciona o puede funcionar guiada tan sólo por una mano invisible que, a partir de la simple iniciativa individual, organiza todo el orden económico garantizando -automáticamente y sin necesidad de ninguna otra intervención- estabilidad y plena satisfacción de los intereses generales.
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