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Aquellos niños de la posguerra que vestíamos pantalones cortos y chaquetas vueltas heredadas de nuestros mayores; que íbamos andando al colegio, arrastrando una cartera de cartón que se reblandecía con la lluvia; que nos poníamos en la cola del petróleo, para coger el turno para nuestras madres; que estudiamos la primaria con la enciclopedia Álvarez, el catecismo Ripalda y el libro de urbanidad...
El tiempo, con un mínimo margen de error, diagnostica la “pérdida de ubicación de las bases del Pescador”: La fe. la motivación y el compromiso. Aquellos años 40-50-60-70, los seminarios y conventos eran “sedes sociales de sueños de juventud”, administradas con dosis de un inmovilismo nacionalista, conocido como “Nacional Catolicismo”.
Crecimos y nos educamos en los 60. Ligamos en los 70. Descubrimos el mundo en los 80. Nos aventuramos en los 90. Nos estabilizamos en los 2000. Nos hicimos más sabios en los 2010. Y entramos de pie en los 2020. El resultado es que hemos vivido en... ocho décadas diferentes, dos siglos diferentes, dos milenios diferentes...
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