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Cada día, el 72% de las personas LGBT+ (lesbiana, gay, bisexual y trans) vuelve al armario en su trabajo, ya sean empresas u otras organizaciones. Y lo hacen, entre otros motivos, para evitar chistes, comentarios negativos, burlas o insultos, así como para impedir que su condición sexual o identidad de género frustre ascensos o subidas salariales o para no perder directamente el empleo.
No está nada claro que en esta democracia podamos defender con libertad nuestras opiniones, valores y creencias
No es esto, ¡no es esto!, el sistema democrático de libertades que creía vigente compruebo cada día que no existe, que ha sido sustituido por otra cosa.
Lala B explicó: “La mejor manera de combatir [la transfobia] es demostrarle apoyo al colectivo trans, denunciar la transfobia cuando ocurra en tu vecindario, no confundir el género de las personas trans, honrar y proteger a las que están en tu vecindario, ir a tu escuela y decir que no te incomoda que acudan personas trans y que necesitan espacios seguros para ir al baño, que se les permita participar de los deportes y asistir al baile de graduación de la forma en que se sienten auténticas.
Las presentes líneas tienen como objeto, modesto, seguir deslegitimando, desde la posibilidad de pensarlo como parte y consecuencia de una sociedad patriarcal opresiva, a la homofobia, en adelante, homo – odio. Homo odio porque, en realidad, la acepción de su término no puede ser más banal: simplemente, no se le puede imprimir a la sensación de odio la idea eufemista de opinión y/o fobia, es decir, miedo a la presencia de otro, en este caso, un otro homosexual, cuando en realidad se trata de una construcción en segmento que tiende a legitimar una idea opresiva y heredada. Vamos a desarrollar un poco más ésta idea de la construcción de un segmento.
Por tanto, avances como el matrimonio entre personas del mismo sexo se convierte en el objetivo de las críticas del gobierno y de los predicadores, aprovechando así para establecer a los culpables lejos de casa y evitar problemas internos.La homofobia institucionalizada supone un peligro para la vida de los homosexuales, siendo víctimas de graves violaciones de sus derechos humanos que en muchas ocasiones tienen un desenlace trágico.
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