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El individualismo ha ganado terreno en muchas sociedades, especialmente en las occidentales. La cultura del “yo” se ha visto reforzada por un enfoque en el éxito personal, que puede llevar a comportamientos egoístas, donde priorizan sus propios intereses sobre los demás.
Descubro, leyendo la prensa digital, alguna referencia al “modo de vida liberal”, inscrita en la disputa política sobre la inmigración en Europa y, asimismo, relacionada con la valoración de algunos actos violentos y luctuosos que afectan al debate migratorio. En realidad, eso que así se denomina, modo de vida liberal, se encuentra en riesgo de extinción, o tal vez ya está extinguido sin que lo advirtamos.
Hace unos cuantos años el Papa Francisco realizó en su encíclica “Laudato Si” (2015) una denuncia que en su momento sonó poderosa y se fue diluyendo, como todo en este mundo líquido: criticó una sociedad que trata a las personas y a los recursos naturales como objetos desechables, promoviendo de esta manera un estilo de vida basado en el derroche y la falta de respeto por la dignidad humana y el ambiente.
Está bien que no sea otro quien pueda ser dueño de sí mismo, pero se cohabita aún mejor no sintiéndose aislado jamás. Lamentablemente, la situación de muchos moradores queda sutilmente condicionada por las decisiones de jefaturas opresoras, que restan autonomía y libertad.
Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre una forma de vida, muy denostada boca para fuera, pero la elegida y predilecta al momento de la práctica cotidiana, personal y comunitaria, a saber, el individualismo. Y lo vamos a analizar como lo que es: un capricho que se volvió una preferencia vital de pensar que se puede obrar independientemente de la sociedad que nos cobija, bajo la ficción de creernos no sujetos a reglas y normas comunitarias.
A pesar de que la soledad es una pandemia que golpea especialmente al mundo occidental y que en España afecta a unos cuatro millones de ciudadanos, uno no debe sentirse forzosamente candidato a padecerla. La sociedad es consciente del problema sanitario que representa la soledad porque puede generar depresión y en casos extremos: suicidio. Se pretende luchar contra ella fomentando relaciones sociales, especialmente entre las personas mayores.
Ganar más dinero, ganar el turno de vacunación, ganar cualquier discusión, ser quien tenga más "followers" y más "likes". Este tipo de mentalidad se fortalece con frases hechas que operan como disparadores de mecanismos cerebrales arraigados en nuestra interior.
La sequedad mental, no es el paso previo a la indiferencia. La anulación del individuo, SÍ que es el "canal" necesario para la aparición de la "indiferencia", como Pandemia Social.
La sequedad mental, no es el paso previo a la indiferencia.
Mirarse al espejo y verse a uno mismo, es cada vez menos creíble.
Historias del puto virus es el primer libro publicado por el nuevo sello editorial Marli Brosgen. Se trata de una antología tan diversa como sorprendente que va desde el realismo sucio hasta lo surreal y dadaísta, pasando por la socarronería y la lírica de combate más actual.
Es indudable que como decía Kant «El hombre llega a serlo por la educación, es lo que la educación le hace ser». Las ciencias experimentales que intentan explicar el funcionamiento del cerebro están en el inicio de las investigaciones de la neuroética. La plasticidad neuronal es algo comprobado y se está investigando especialmente los últimos años para saber cómo se produce.
En plena debacle pandémico-económica siguen empecinados los proliferantes “comentarólogos de todo” en seguir desplegando sus malos augurios económico-financieros; olvidando por un momento que hay una crisis sanitaria que a todo se impone, para la que también piden medidas.
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