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Perspectivas mal avenidas

​Nada hace vaticinar que nada vaya a cambiar a mejor en el mundo pospandémico
Diego Vadillo López
lunes, 4 de mayo de 2020, 09:32 h (CET)

En plena debacle pandémico-económica siguen empecinados los proliferantes “comentarólogos de todo” en seguir desplegando sus malos augurios económico-financieros; olvidando por un momento que hay una crisis sanitaria que a todo se impone, para la que también piden medidas. Vamos, que piden lo imposible: que se atienda lo perentorio y que se haga de manera alquímica para no tener luego que sufrir las consecuencias de una crisis económica sin precedentes.

Y muchos son los que también se manifiestan de manera providencialista aseverando que esta crisis nos va a hacer mejores a todos… O sea, que es una delicia ver, leer o escuchar los medios informativos.

Pienso, abstrayéndome de todo, que quizá sea esta una oportunidad para que la actual dinámica económica quede fulminada por las circunstancias, toda vez que, en muy gran medida, dicha lógica, del todo irracional, ha sido la que nos ha traído hasta aquí. El sistema (neo)capitalista es altamente depredador y no ha cejado durante décadas de oprimir y devastar, quedando, de su mano, consagrada la economía como el dios pagano que ha provocado no poco sufrimiento a lo largo y ancho del planeta, por lo que una economía racionalizada, resarcida de su abuso por unos pocos en detrimento de muchos otros y puesta al servicio del mero intercambio de bienes y servicios, sin tamaña especulación aparejada, quizá sea lo que ahora convendría a nuestro molturado mundo. Mas pasa aquí lo que le ocurriera al protagonista de un relato de Mihura, al que le hubiera gustado más que la mayor parte de las cosas que se cuenta que ocurren en Andalucía no acaecieran en Sevilla, sino en Pamplona, pero que, consciente de que Pamplona no es de Andalucía, sabía que aquel deseo suyo era absurdo como darse un baño vestido con traje de buzo.

El filósofo Daniel Innerarity, de manera ponderada, revisaba algunas teorías sociológicas que versan sobre los difíciles equilibrios a que han de hacer frente en su gestión los distintos gobiernos en las actuales democracias, tan complejas estas. Y empleaba una imagen muy gráfica:

“La figura del payaso de circo teniendo que mantener en movimiento varios platos al mismo tiempo es una buena ilustración del lío de la vida y del dramatismo de algunas decisiones que equivalen a dejar caer uno de esos platos” (“El drama de decidir”, “El País”, 1-5-2020, p. 10).

Parafraseaba Innerarity a Mauss refiriéndose al “hecho social total”, que es lo que se daba antaño en las sociedades, menos complejas aquellas que las actuales, en las que tantas esferas entran en juego, y a las que se refiere Innerarity como “conjunto mal avenido de perspectivas”. Así las cosas, la política tendría cada vez más difícil la tarea de delimitar los parámetros del bien común.

En un mundo individualista, atomizadamente ensimismado, nada atisbo que pueda ser mejor que antes, pues la política sigue siendo estrategia, la economía concurso de intereses espurios a nivel planetario y la vida social… supervivencia.

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