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"La vida a pesar de sus desilusiones sigue siendo hermosa, así como una rosa que a pesar de sus espinas sigue siendo maravillosamente bella". "Las estrellas fugaces son el hanami del universo; una bella escena de lluvia estelar donde cada estrella caída es una flor marchita".
La relación entre los artistas y sus modelos ha sido siempre, cuando menos, turbulentamente pasional. La o el amante, independientemente del género, convertidos en modelo, han servido para personificar a través del arte sentimientos ocultos como la pasión amorosa, la excitación sexual, el erotismo desbordado o la lujuria desenfrenada entre otros derramados frenesís.
David Príncipe Licini hace arte del paseo. Fascinado del arte procesual, toma todas las referencias de cualesquiera paseo por el que encamine sus derroteros en pos de dotar al itinerario de una enjundia impensada por el paseador medio de tales vías.
Otra vez frente al teclado y no decido sobre qué escribir. Busco en lo que hice durante la semana para ver si hay algún tema que pueda tratar en estas líneas, pero termino por no elegir alguno, porque me parece que debo abordar con profundidad y novedad cualquiera de los asuntos que tengo entre mis pendientes.
Todo arte cultural y/o escritura nacida de la mente, en combinación con la diversidad de realidades e imaginación siempre ha sido creativa. Cada autor, crea conforme sus usos e imaginación y realidades combinadas en su caso. El autor de cada obra tiene su propia licencia para hacerlo, nadie le ordena o manda cómo hacer.
Hoy me he sentado a la mesa, de mi modesto escritorio, que es como un reclinatorio cuando el alma se me espesa.
Un par de veces por semana tengo la oportunidad de detenerme en la lectura de una serie de grafitis que decoran las paredes de un despacho al que tengo que acceder obligatoriamente. El aspecto de las oficinas modernas discrepa totalmente de aquellas tristes y austeras dependencias en las que sufridos chupatintas con manguitos redactaban y conservaban unos legajos llenos de sellos, pólizas y firmas, contenidos en unas viejas carpetas atadas con unos lazos rojos.
Zoé Valdés es escritora de narrativa, poesía, ensayo, guiones cinematográficos; comprometida con la causa del exilio cubano en favor de los Derechos Humanos, guionista, productora y realizadora de cine. Radicada en París desde 1995 y nacionalizada española en 1996. Con un total de más de treinta exitosos títulos publicados e innumerables premios, su obra se define por ser una visión crítica y nostálgica de la vida en Cuba.
Existe una teoría que afirma que hay personas que trabajan mejor por las tardes-noches que por el día. Da igual (para esta columna) que sea cierto o no. Lo que nos interesa es la visión que se tiene del poeta o el escritor romántico, aquel personaje que tiende a aislarse del mundo para trabajar en su siguiente obra maestra; a menudo ocurre que el libro tarda años en dejar el despacho que lo concibió, a menudo el autor reescribe su obra hasta que ya no queda nada de aquel primer borrador; la historia o la forma, el final o el inicio, pero, es indudable, que algo ha cambiado.
Los varones, siempre los varones. Los varones siempre tienen otra cosa.
Desde su condición como artista, poeta, emprendedora y sobre todo como ser humano hace un llamado desde la palabra, desde el arte a vivir una vida preciada guiada por el extraordinario mundo de la solidaridad, amor, gratitud y humanismo, en un lenguaje sencillo de comprender nos comparte un mensaje de considerable brillantez entre poesías, cartas, canciones, pensamientos e ilustraciones.
"En mi casa de chica no había muchos libros. Yo sí acudía a la biblioteca y leía a “Juan Ramón Jiménez”, “Cervantes”, “Pablo Neruda” y algunos clásicos de la literatura latinoamericana como “Pedro Enrique Ureña” (poeta dominicano) o “José Martí”. Conforme iba creciendo ya tenía mis propias inquietudes y entonces empecé a leer ya por placer más que por obligación".
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