Un par de veces por semana tengo la oportunidad de detenerme en la lectura de una serie de grafitis que decoran las paredes de un despacho al que tengo que acceder obligatoriamente. El aspecto de las oficinas modernas discrepa totalmente de aquellas tristes y austeras dependencias en las que sufridos chupatintas con manguitos redactaban, manipulaban y conservaban unos legajos llenos de sellos, pólizas y firmas, contenidos en unas viejas carpetas atadas con unos lazos rojos. Hoy en día las oficinas están llenas de ordenadores, fotocopiadoras y distintos medios de comunicación. Sus usuarios son jóvenes muy preparados con una imagen desenvuelta que te atienden con amabilidad y te transmiten mensajes a través de la decoración que llena todas las paredes. Alegres cuadros, algún póster, gráficos y un montón de grafitis que explican los pensamientos de los empleados. Días pasados pude recrearme en la lectura de uno de ellos que me hizo reflexionar. Decía: “Siempre hay tiempo en la vida para cagarla un poquito más. SIEMPRE”. ¡Menudo mensaje! Toda una declaración de principios. A los usuarios de este despacho jamás les va a invadir la desesperación ni la falta de autoestima. Son conscientes de la debilidad del ser humano. Para mí, personalmente, fue un canto de esperanza. Aquellos que nos tiramos toda la vida intentando hacer lo correcto y sufrimos en cada ocasión en que nos equivocamos, este pensamiento nos anima a no caer en el desanimo. Me ayudó a comprender y aceptar la debilidad del ser humano. La propia y la de los demás. Creo que lo importante es tener más tiempo para vivir. Y aprovecharlo. Aunque “la caguemos”. (Perdón por la grosería, pero he querido utilizar la frase leída literalmente). A mi mente ha llegado otra frase que complementa la anterior. El que hace algo, se puede equivocar. El que no hace nada, nunca se equivoca. Pero no hace nada.
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