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“La locura”

Tal vez, locura

¿Dónde se sitúa la línea divisoria o frontera médica entra la locura y la cordura? ¿El cuadro pictórico que ilustra este post ha sido creado por una mente cuerda o loca? ¿Qué ves en el cuadro abstracto? ¿Un ojo, el centro del universo, la flecha del tiempo, el todo en permanente movimiento, un elefante escondido...? ¿O todo a la vez? Oh, bien, nada de lo dicho.

Cipolla

Carlo María Cipolla, historiador económico italiano, fundó, ya en el pasado siglo, a través de un curioso opúsculo, lo que él mismo denominó las leyes de la estupidez humana. Considerando que el porcentaje de estúpidos es constante en cualquier grupo humano sin distinción (incluso si tomamos como referencia el de los premios Nobel), enunció las citadas leyes.

​Dejadme entre los locos, que a ellos los veo venir

Llamadme loca, pero desde que estoy estudiando Auxiliar de psiquiatría, creo que hay más locos sueltos por la calle que en el área de psiquiatría, puede que antes tuviese sospechas, pero las Navidades me lo han confirmado; definitivamente no estamos bien, y lo más preocupante es seguir estudiando e imaginar con cada trastorno que estudio, a una persona de tu entorno que encaja perfectamente en cada definición.

​Mundo de locos

El nuestro es un mundo de locos. Existe respuesta a la locura que nos envuelve y que hace que la vida no merezca ser vivida. Debido a los desahucios, a los despidos, precariedad laboral, enfermedades, inestabilidad política, acosos sexuales y de otra índole y un largo etcétera, la vida no es placentera. La vida no merece ser vivida.

Híbrido de la locura a la razón

Esto dictaba la orden del día y sus propios misterios, enfilados como cerrojos. Furtivamente, la impiedad del tiempo se deslizaba, ante la necesidad imperiosa del deseo de olvidar, recordar como eje fundamental del placer de dirigir telescópicamente la pérdida, para en su momento leer infolios, con el objeto de rememorar, y a su vez olvidar, para simbolizar lo ido.

Hacerse el loco
​Precisamente, cuando no hablamos de locura…; o sí. Las ramificaciones de estos trastornos rozan la intimidad de entretelas misteriosas, quizá entrañables, pero nunca comprendidas a fondo.
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