El nuestro es un mundo de locos. Existe respuesta a la locura que nos envuelve y que hace que la vida no merezca ser vivida. Debido a los desahucios, a los despidos, precariedad laboral, enfermedades, inestabilidad política, acosos sexuales y de otra índole y un largo etcétera, la vida no es placentera. La vida no merece ser vivida. En el momento en que se pierde la ilusión se puede tomar la decisión más más trágica para solucionar lo que se considera situación límite.
No solamente las condiciones personales y familiares nos angustian. La situación política nacional e internacional nos abruma. El fracaso de la política y la proliferación de los extremismos no auguran un futuro prometedor. Nos espanta. Existe inquietud por el cambio climático y a proliferación de las largas sequías, lluvias torrenciales que destruyen todo lo que encuentran a su paso. Para terminar de arreglarlo, erupciones volcánicas acompañadas de poderosos tsunamis devastan inmensas regiones. ¿Vale la pena vivir en estas circunstancias? En algunos casos, erróneamente, se busca salida a la crisis global que nos afecta a todos con el suicidio.
No es suficiente con lo que sucede. Los políticos en quienes confiamos para que solucionen los problemas que nos afectan añaden leña al fuego con sus proclamas incendiarias. Se ve claramente que los problemas de los votantes les importa un comino. Su máximo interés es seguir sentados en la poltrona. Lameculos de los líderes para que puedan seguir saliendo en la foto aun cuando sea al precio de perder la honorabilidad.
El nuestro es un mundo de locos. Encontrándonos rodeados de tantos tarados nos hace pensar en abandonar el mundanal ruido que nos ensordece para retirarnos en uno de estos pequeños pueblos de montaña abandonados, para vivir tranquilamente en contacto con la naturaleza. Sin televisión, sin radio, sin whatsapp. Criando cabras y llevando una vida lo más sana posible. Pero el ruido se lleva dentro y como sucedió con los antiguos eremitas que se retiraron a lugares desiertos para vivir santamente, en su huida al retiro arrastraron consigo la corrupción de su corazón y en vez de cultivar la paz, se despertó como volcán indómito la violencia que dormitaba en sus entrañas.
Si nos fijamos en la publicidad nos daremos cuenta que nos promete la felicidad si es que compramos los productos que anuncia. Nos dará el relax que necesitamos. Para demostrar que lo que dice es verdad, rostros sonrientes, familias felices, niños sanos y alegres. Un mundo de maravillas a nuestro alcance. La cosa no es tan sencilla como nos la presentan. El malestar espiritual que es el causante del insoportable estrés que llevamos a cuestas no desaparece vaporizando esencias de plantas aromáticas que dicen evapora el estrés.
¿Existe solución a esta locura? Sí. Pero no en las ofertas que este mundo de locos nos hace llegar por los medios de comunicación que ha creado para hacernos creer que da lo que promete. Se encuentra respuesta fidedigna a la locura de este mundo en las páginas de la Biblia. Las Sagradas Escrituras cristianas nos enseñan qué tenemos que hacer cuando nos damos cuenta que nos encontramos inmersos en un mundo confuso e inseguro.
Si Dios cuida de los lirios del campo y de las aves de los cielos, Jesús, apoyándose en esta promesa fidedigna, nos dice: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles (los incrédulos) buscan estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas ellas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6: 31-34). Jesús, en el Padrenuestro, la oración modelo que nos enseña las cosas básicas que le hemos de pedir al Padre celestial nos dice entre otras cosas que le pidamos: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mateo 6: 11).
Por el hecho de vivir en una tierra maldecida por Dios debido al pecado de Adán hemos perdido el paraíso que gozaban nuestros primeros padres antes de la desobediencia. Es inevitable, pues, que tengamos situaciones estresantes que nos llegan una después de la otra. El ser humano por más que se lo proponga no puede librase de ellas. Jesús, en las palabras que hemos leído nos invita a creer en Él de corazón porque Él es el camino que nos conduce al Padre celestial que cuida de nosotros como la clueca que protege a sus polluelos bajo sus alas al menor atisbo de peligro. Sin Jesús estamos faltos de protección. Por ello nos dejamos guiar por el instinto y buscamos protección allí en donde no se encuentra.
Envueltos por la locura de este mundo es muy aconsejable tener presente estas palabras de Jesús: “La paz os dejo, mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14: 27).
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