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Hacerse el loco

Hemos alcanzado una cota donde resulta difícil distinhuir entre loscura y cordura. ¿Seguiremos en esa progresión?
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 16 de marzo de 2018, 07:05 h (CET)

Precisamente, cuando no hablamos de locura…; o sí. Las ramificaciones de estos trastornos rozan la intimidad de entretelas misteriosas, quizá entrañables, pero nunca comprendidas a fondo. Tenemos limitaciones evidentes, apenas detectamos detalles superficiales poco definidos, a pesar de que los consideremos esenciales en cada problema planteado. Tratamos con LOCURAS impregnadas de insólitas particularidades, percibidas de forma dispar desde los protagonistas a los observadores. Aunque el contenido de los libros es exaustivo, nunca tratan la cercanía de aquellas locuras inmediatas que percibimos en directo. Algunas de ellas son entusiastas como las locuras de amor, o acompañantes de otras emociones como la ira y la melancolía.


La alcurnia de la CORDURA es atrayente, es convincente, es gratificante; pero es exigente, ¡eh! Sin el ánimo libre de ataduras sinsorgas, sin el sentido comunitario activado, sin la entereza de su carácter, esa personalidad cuerda puede plegarse a las peores inmundicias. Aderezando esa fachada de hombres cabales, conscientes de sus andanzas, algunos de esos sujetos se saltan ciertas exigencias y descuartizan su personalidad pieza por pieza. La cordura e incluso la erudición de sus estudios les resultaron insuficientes, perdieron alguna pieza sustancial. Usaron de la cordura como tapadera momentánea de sus incursiones perversas. Su relevancia la deslizaron por el tobogán de la maldad.


Contra lo que pudiéramos pensar, dichos toboganes están muy concurridos, debe ser porque eso de perder alguna pieza, algún tornillo, es cosa fácil. Detrás de llamativas siglas, entidades, proyectos (Junta de Andalucía, Gürtel, Generalitat, realeza) se colaron sujetos con dichas pérdidas, sobre todo cualidades de la cordura y hallaron muchos otros objetos en el ámbito de la desfachatez, la codicia la cruda apropiación de los bienes ajenos. La DELINCUENCIA disfrazada de alta cordura. Pretendieron colarnos una imagen representativa de la mayor cordura, como líderes modélicos. Sin embargo, la fragilidad de su cargamento moral no soportó el fragor de las gestiones; derrumbaron la conexiones con quienes estaban peor situados por el destino.


El alarde de los políticos es manifiesto, la contundencia de sus afirmaciones es sospechosa, sin que posean la exclusiva de semejantes actitudes. Compiten con economistas, tertulianos, seguidores fervorosos de creencias, aficciones o simples arrebatos; en diversos grados de maliciosidad. Se hacen el loco subidos en los pedestales de sus sentencias ROTUNDAS; con esa fuerza distraen otros argumentos. Fingen la ignorancia de los deslices inconvenientes que subyecen en sus propuestas. Debieran ser los primeros en detectar sus carencias, pero cuidan de su ocultamiento. Alejan de esa contundencia expresiva la nitidez de los objetivos perseguidos. Cuentan con la ignorancia y pasividad ajena que no se esfueran en remediar.


La dramaturgia siempre fue propicia a la puesta en escena de los escándalos sociales, credulidades y trampas. Hay mucho empeño en los ambientes actuales en recuperar las señas de obras escritas con anterioridad, a veces de siglos; y en esto de la locura, quien se hace el loco, quien lo está o quienes no sabemos en que parte están, aún se nota más. Pirandello escribió “Enrique IV”; una sociedad de cuerdos adopta las apariencias promovidas por el rey loco, las aplaude, y al cabo, el rey loco gobierna a los cuerdos. Las escenas compiten con las de Perú, Brasil, Cataluña; con planteamientos de ese cariz, en los cuales urge el asentamiento en unos criterios menos despendolados, para un mínimo sosiego general.


La buena voluntad, como la mala, puede derivar en efectos insospechados; aunque no tanto para que el interviniente ignore su salida del tiesto razonable. Si las bajezas son deleznables, las alturas pueden superar esos efectos desgradables. La eliminación de las divinidades, sustituidas por los humanos endiosados genera monstruos bestiales. El proclamarse agentes de lo ABSOLUTO es una aberración enajenada, también de gran actualidad. Ni los parlamentarios ni la historia de las tradiciones superan ese listón. Bien decían los griegos, nada en demasía. Pues eso, ni los elementos mejor dotados del lugar deben enajenarse de esa manera; con que los medianejos tampoco debieran apuntarse a esos ridículos programados.


A pesar de su inmensidad, nombrada como lejanía, el ciberespacio también sirve de vehículo para los comportamientos de gente consciente de sus procederes, aunque pretendan hacernos ver que no estaban implicados. Quienes intentan hacer pasar sus trapisondas como una visión errónea nuestra, aunque se desentiendan, eso no les desvincula de los hechos; nosotros no vimos visiones. Movilizan sus mensajes por los artilugios técnicos, introducen memes virales, con ínfulas de una liberación que no cuela. Es el novedoso OSCURANTISMO carota que usa las redes, que silencia la mano que mece sus tendencias, que desdibuja las caras de los intereses subyacentes y desinforman de manera libertina.


Nadie lo irá a dudar a estas alturas, la manera de percibir los fenómenos y por consiguiente su valoración, variará según las personas observadoras. La presencia de las PERSPECTIVAS es evidente. Desde esa apreciación particular resultarán verosímiles las falsificaciones más notorias. Vistas como un particularismo, se ceñirían a los compartimentos individuales. Ahora bien, necesitamos la identificación de las perspectivas personales aisladas, esas de los cantamañanas, que además de creérselas, no pocas veces, intentan imponerlas machaconamente. Perspectivas, sí; pero servidas en los platos variados de los debates razonables, con gente bien dispuesta.


Solemos encontrarnos ante montajes complejos, sin explicaciones plausibles, pero con abundante fárrago de comentarios insustanciales, cuando no tendenciosos, con el ánimo de alejar a la gente corriente de sus elaboraciones engañosas. Estamos en lo mismo, la creación de diversos CÓDIGOS (Arte, política, asociaciones, empresas) enajenados, porque ni sus mismos creadores saben definirlos, pero siempre como obstáculos para la apertura lógica, sin trabas, al resto de la gente. Incluso la cultura en general se codifica en estructuras cuestionables, no pocas veces con entramados de auténticas barbaridades sectarias de tufo totalitario.


Las distinguimos con facilidad en las numerosas organizaciones que nos rodean. Con enfoques turísticos, económicos, partidistas o con planteamientos equívocos hechos a conciencia. En los Ayuntamientos proliferan (Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao…). La gravedad del asunto radica sobre todo en la ACTITUD ENGAÑOSA. Frente a los promotores que se hacen los distraídos, son necesarias las mentalidades perspicaces coherentes con la comunidad.


El misterio nos salva de mayores complicaciones provocadas por los mismos habitantes del planeta. Libros, máquinas, redes comunicativas, no son los responsables de los desafueros. El DESLIGAMIENTO de quienes actúan con respecto al resto de afectados radica en decisiones íntimas, por eso escapan con facilidad hacia comportamientos enojosos, alejándose de la cordura y de la armonía.

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