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“¿Fue Hitler un Satanás irrepetible o el producto de condiciones demoníacas repetibles? ¿O tal vez determinadas condiciones sociales hacen posible que la dinámica diabólica de las masas termine en tragedia como el Holocausto?” (Dan Carlin, divulgador de la historia). También merece reflexión lo que dice el divulgador de la historia: “Es más fácil que el individuo trascienda los instintos que actúan como tales que cuando forma parte de la masa.
Parece, a la vista de lo que se pone en escena, que la sinarquía que conduce la marcha del sistema —llamada por algunos el poder en las sombras—, para asegurar el negocio base —el mercado—, ha mudado en parte su estrategia política. Tímidamente empieza a colocar nuevamente en el teatro de operaciones visibles, haciendo uso del voto controlado, a los que, en otro tiempo, fueron fieles servidores del orden capitalista en el marco conservador.
Los oficiantes del imperialismo económico global vienen exigiendo a las gentes fidelidad al mercado, lo que en gran medida aceptan sin rechistar, mientras que, por otra parte, la hacen extensiva a que se siga la doctrina establecida por el sistema. Si lo primero supone entregarse al consumo irreflexivo por obligación, lo segundo, invita a desprenderse de la identidad personal y dejarse llevar por las consignas que se imponen a la manada.
Tal como se observa desde aquí, la maquinaria del gran negocio, aunque se hable de los males que acechan a la economía, funciona a pleno rendimiento. Con la inflación desbordada, el culto al ocio comercial y demasiado despilfarro, lo que se refiere a la dimensión del mercado sigue generando cuantiosos dividendos para los mercaderes.
A semejanza de un rebaño de borregos, conducido en su existencia por un especimen superior que, al final, tras explotarlas, las llevará al matadero, las masas humanas siguen el mismo camino. Si en un principio habría que hablar de manada, la creencia en un individuo superior dispuesto a dirigirla, convierte al colectivo en rebaño.
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