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La rebelión de las masas

Su comportamiento es impredecible: hoy blanco, mañana negro
Octavi Pereña
lunes, 5 de agosto de 2024, 11:23 h (CET)

“¿Fue Hitler un Satanás irrepetible o el producto de condiciones demoníacas repetibles? ¿O tal vez determinadas condiciones sociales hacen posible que la dinámica diabólica  de las masas termine en tragedia como el Holocausto?” (Dan Carlin, divulgador de la historia). También merece reflexión lo que dice el divulgador de la historia: “Es más fácil que el individuo trascienda los instintos que actúan como tales que cuando forma parte  de la masa. La masa hace posibles genocidios que tal vez ninguna persona  no es capaz de desencadenar”.


Los grandes acontecimientos históricos han sido posibles gracias a la aparición de líderes en momentos determinados y de unas masas que se dejan embaucar por dirigentes con carisma. Pero ni los unos ni los otros existirían  si no fuese por la presencia del pecado en ellos. Ya sé que la presencia del mal no tiene solución razonada. Lo tenemos entre nosotros aun cuando nos esforcemos en negar su existencia.


El primer movimiento de masas se produjo cuando los hombres cumplieron la orden divina de extenderse por toda la tierra llegaron a Sinar (Génesis 1: 2). Hasta aquí cumplieron la orden divina de fructificar, llenar la tierra y señorear   en toda la tierra” (Génesis 1: 26). Al llegar a Sinar la cosa cambia. Ya no quieren ser nómadas. Desean convertirse en sedentarios. Dicho y hecho: “Se dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo, y hagámonos un nombre, por si fuéramos esparcidos sobre la faz de toda la tierra” (Génesis 11: 4). Esta desobediencia condujo a Babel y a la confusión de lenguas (v. 9) y con ella a que la expansión no se detuviese. La confusión de lenguas no es momento de tratarla. Lo que nos interesa es la rebelión de las masas contra Dios.


Dan Carlin trata el tema d los líderes carismáticos y las masas que los siguen. A mi entender no existe rebelión de las masas  sin dirigentes carismáticos que las estimulan a rebelarse contra Dios.

Previamente al Diluvio el texto nos dice: “había gente poderosa en la tierra en aquellos día, y también después que se llegaron los hijos de Dios  a los hijos de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre” (Génesis 6: 4). Estos fueron los poderosos, los hombres de fana de la antigüedad, los llamados <i>nefilim</i> quen Sinar dirigieron la revuelta contra Dios.


Al principio del libro de Proverbios se encuentra luz que puede llevarnos a entender la relación existente entre líderes carismáticos y las masas. Dios, simbolizado en un padre que instruye a su hijo, le dice. “Hijo mío, si los pecadores te quieren engañar, no consientas. Si dicen: Ven con nosotros, pongamos asechanzas para derramar sangre, acechemos sin motivo al inocente, los tragaremos vivos como el sepulcro, y enteros como los que caen en un abismo, encontraremos riquezas de toda clase, llenaremos nuestras casas de despojos: Echa tu suerte con nosotros, tengamos todos una bolsa” (Proverbios 1. 10-14). En pequeña escala el texto enseña cómo se produce la rebelión de las masas. Un pequeño número de personas se hace “un nombre” que embaucan a las masas induciéndolas a hacer lo que sus corazones malvados maquinan.


En el Nuevo Testamento el ejemplo de unos maquiavélicos dirigentes religiosos que manipulan a las masas con el propósito de conseguir sus perversos propósitos. Los principales sacerdotes odiaban a muerte a Jesús porque les desmontaba el lucrativo negocio de la venta de animales que se sacrificaban en el templo. La oportunidad de deshacerse de Jesús se les presentó cuando condujeron a Jesús ante Pilato que en aquella época era el único que podía dictar una sentencia de muerte.


Antes de volver al juicio de Jesús echemos una ojeada para ver cómo se comportan las masas. El apóstol Pablo encontrándose en Éfeso, la predicación del Evangelio hizo disminuir los beneficios de los plateros que se dedicaban a la fabricación de estatuillas de la diosa Artemis. Demetrio, uno de ellos, organizó  un alboroto para defender lo que consideraba sus derechos. “Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra, porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido” (Hechos 19: 32). Las masas son muy volubles.


Volvamos a Jesús y al juicio al que se le sometió. Una multitud que antes quiso hacerlo rey porque les había saciado milagrosamente el hambre con pan y pescado, por instigación de los principales sacerdotes y los ancianos, los persuadieron para que gritaran pidiendo la liberación del asesino Barrabás y la crucifixión de Jesús. Esta enfervorizada multitud que clamaba por la crucifixión de Jesús pocos días antes con el mismo fervor recibieron a Jesús clamando: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!” (Marcos 11: 9). Ahora vociferan hasta enronquecer: “Crucifícale!” ¡”Crucifícale!” Las multitudes cambian de pensar según de donde sople el viento.


El padre de Proverbios aconseja a su hijo: “Hijo mío, no andes en camino con ellos, aparta tus pies de sus veredas, porque sus pies corren hacia el mal, y van presurosos a derramar sangre” (1:15,16). Joven: Escoge bien a los compañeros con los que te juntas, no sea que en nombre de la libertad te encaminen hacia la ilegalidad y tengas que pagar por ello.

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