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La pretensión calculada de influir en la opinión pública no siempre va acompañada de connotaciones negativas. Todo lo contrario. Imaginemos las campañas de sensibilización en seguridad vial o las relativas al ámbito de la salud y la extrema importancia que tienen para ellas lograr la atención del observador a través de una estudiada ‘pregnancia’.
Hay un viejo dicho aplicable a la relevancia que toman algunos personajes, y también a los políticos: quien tiene padrino se bautiza. Pero habría que añadir que si es infiel al padrino le pulveriza. Ojo al parche, con referencia a estos personajes de moda que aparecen inesperadamente, se les da cuerda mediática siguiendo las consignas de la sinarquía y se les coloca, aprovechando eso que llaman democracia, en los sitiales del poder, porque todo lo que sube suele bajar.
El protagonista de este “segmento” es Miguel Ángel Revilla, un político natural de Polaciones (Cantabria), que es presidente de la Comunidad de Cantabria desde hace 20 años, así como un excelente tertuliano de diversas cadenas de radio y televisión.
En la presente oportunidad nos interesaría invitarlos a reflexionar desde la óptica de los estoicos sobre un asunto que se ha impuesto en cotidiano cuando no debería serlo necesariamente: el estrés y la hiperactividad como forma de vida recomendada por el paradigma de la vacua e intrascendente notoriedad que produce la ficticia utilidad mediática que representamos mediante la difusión de nuestro accionar.
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