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Opinión
Etiquetas | El segmento de plata | Miguel Ángel Revilla | Presidente | Cantabria | mediático

Revilla

El político cántabro puede gustar o no. Pero sus intervenciones nunca nos resultan indiferentes
Manuel Montes Cleries
jueves, 26 de enero de 2023, 11:44 h (CET)

Los “segmentoplatenses”, aquellos que somos más antiguos que las orillas de los ríos, reconocemos a dos “Revillas” como personajes que se identifican tal solo por sus apellidos. El primero de ellos se trata de Emiliano Revilla un fabricante de embutidos soriano que fue secuestrado por la ETA en Febrero de 1988, en plena efervescencia del fenómeno etarra. Tras permanecer 249 días en un zulo con ciertas comodidades fue liberado el 30 de octubre de 1988. El otro Revilla, el protagonista de este “segmento”, es Miguel Ángel Revilla, un político natural de Polaciones (Cantabria),  que es presidente de la Comunidad de Cantabria desde hace 20 años así como un excelente tertuliano de diversas cadenas de radio y televisión.

     

Sin llegar a ser un “telepredicador”, Revilla aprovecha sus constantes presencias ante los medios, para reivindicar su comunidad (cosa que ejecuta a la perfección), así como para pontificar sobre los temas económicos y sociales locales, regionales, nacionales y mundiales basándose en la enumeración de los problemas, pero que, raramente, aporta soluciones. Tira la piedra y esconde la mano.  Anuncia soluciones para todo, pero no se mete a fondo en su desarrollo.

     

Personalmente a mí me convence más cuando presenta su aspecto humano. Defiende los productos de su tierra, la gente sencilla, sus paisanos de la montaña y en estos últimos tiempos sobre todo a su familia. Ahí si que me convence. No le importa cantar públicamente en medio de un plató (bastante regular, por cierto) en honor de su esposa que padece ciertos problemas de salud, así como enjugarse unas lágrimas de cariño al abrazarla. Ahí no se buscan votos. Se descubre a una persona enternecida por el paso de los años y los avatares de la vida.

    

Revilla. Ochenta años recién cumplidos. Es, para mí entender, un genuino ejemplo de miembro del “segmento de plata” junto al alcalde malacitano, nuestro Paco de la Torre. Ambosson el vivo testimonio de los excelentes resultados de la conexión saber-experiencia. Cuando yo sea mayor (es decir, pasado mañana) me quiero parecer a ellos. 

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A lo largo de la vida podemos comprobar cómo la madre es el “punto de encuentro” capaz de reunir a todos los miembros de una familia por muy desperdigados que estos se encuentren. No voy a descubrir ahora el valor de la madre como persona, como conciliadora y como sumo matriarca. Pero, una vez más, me vuelvo a sorprender por su capacidad de comprensión, de su forma de tratar a cada uno de los hijos, nietos y demás familiares como si fueran los únicos seres del mundo.

La hipocresía, entendida como el acto de fingir virtudes, sentimientos o intenciones que no se tienen, se ha convertido en una herramienta cotidiana. Personas que critican en voz alta lo que en privado practican, quienes predican valores que no aplican o aparentan estar por encima de los demás.

La vida hecha juego. Otra vez. Como si el tiempo no hubiera pasado, pero con nuevos retos, reglas y trampas. Hace tres años reflexioné sobre el paralelismo entre El Juego del Calamar y la situación político-social en España. Ahora, con el estreno de la segunda temporada de esta distopía televisiva, toca revisar si algo ha cambiado. Spoiler: todo sigue igual. La serie, al igual que nuestra realidad, parece condenada a repetirse.

 
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