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Hace 109 años se inauguró el primer metro de la ciudad de Buenos Aires, la línea “A”, con una extensión de 6.800 metros y 14 estaciones. Fue inaugurada por el vicepresidente de la Nación, Victorino de la Plaza, y el intendente de la Ciudad de Buenos Aires, Joaquín de Anchorena. Comenzó a funcionar en el año 1913 y se convirtió en la primera línea de subterráneo de América Latina y de todos los países de habla hispana.
Entre las restricciones al vehículo privado en las grandes ciudades y los aumentos del precio de gasolina y diésel, el uso del transporte público es cada vez una opción más interesante, cuando no obligada, para muchas personas. Tren, metro, bus… han sido de los pocos que han salido reforzados del desproporcionado incremento del precio de los combustibles.
Si hay un servicio del que tanto los turistas como los locales dependen a diario, es el transporte público. Ya sea para visitar los lugares más bellos de una ciudad, o para volver a casa después de un día lleno de emociones, todos acabamos cogiendo el autobús, el metro o el tranvía, especialmente ahora que el otoño hace acto de presencia, añadiendo a tus trayectos a pie un toque de viento, lluvia y frío.
Dulcinea llegó a casa desencajada, se había visto mordida y arrastrada por el tranvía al intentar subir al de la línea 4 (Mas del Rosari-Doctor Lluch). La altura y separación del andén impedían que la rueda delantera de la silla subiera. La situación era peligrosa puesto que sabía que de intentar dar marcha atrás tenía todos los boletos para que las ruedas se atascaran en el hueco y se fuera de morros. En esas estaba cuando la puerta del vagón se cerró y salvó el pie porque las puertas se unen con unas bandas de goma que no cizallan el pie.
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