Hace 109 años se inauguró el primer metro de la ciudad de Buenos Aires, la línea “A”, con una extensión de 6.800 metros y 14 estaciones. Fue inaugurada por el vicepresidente de la Nación, Victorino de la Plaza, y el intendente de la Ciudad de Buenos Aires, Joaquín de Anchorena.
Comenzó a funcionar en el año 1913 y se convirtió en la primera línea de subterráneo de América Latina y de todos los países de habla hispana. De esta manera, a nivel internacional, Buenos Aires se transformó en la decimosegunda ciudad en contar con este servicio detrás de Londres, Nueva York, Chicago, Budapest, Glasgow, Boston, París, Berlín, Atenas, Filadelfia y Hamburgo.
Además del tranvía, el principal medio de transporte público en aquella época era el tren, que funcionaba desde 1857, cuando la locomotora La Porteña realizó su primer viaje entre Plaza Lavalle y el barrio de Floresta. Pero para principios del siglo XX el crecimiento de la ciudad trajo aparejado un incremento del público que viajaba cotidianamente. Esta situación provocó la necesidad de sumar o extender las líneas de transporte existentes.
En 1909 el Congreso Nacional entregó la concesión, mediante la Ley 6.700, al Ferrocarril del Oeste para construir un subterráneo de carga de doble vía que uniera la vía principal del Ferrocarril del Oeste (actualmente Ferrocarril Sarmiento) con el puerto.
Sin embargo, en diciembre de ese mismo año la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires entregó una concesión a la Compañía de Tranvías Anglo Argentina, que explotaba el 80% del sistema de tranvías, para construir un subterráneo de pasajeros. El proyecto incluía, en su trazado, el tramo Plaza de Mayo-Plaza Miserere que había sido concedido al ferrocarril. Así, en septiembre de 1911 comenzó la construcción de la línea de subte que implicó la contratación de unos 1500 obreros aproximadamente.
La expansión del subte fue importante al comienzo y en poco menos de tres décadas ya se podía circular por cinco líneas. Luego se extendieron esas líneas llegando a barrios alejados del centro de la ciudad y cambiando algunos recorridos, por ejemplo, la Línea E terminaba en Constitución y viró hacia la Plaza de Mayo, quedando un recorrido oculto a los pasajeros actuales que sirve de depósito. Recientemente, esta línea se extendió hasta el barrio de Retiro.
Durante muchos años, el servicio de esta primera línea de subterráneos estuvo compuesto por un total de 50 coches de procedencia belga. Se los conoció como “las brujas”, ya que la fábrica La Brugeoise et Nicaise et Delcuve funcionaba en dicha ciudad. Cada uno tenía un valor de 50 mil pesos moneda nacional y los primeros modelos estuvieron diseñados para funcionar tanto como vagones de subterráneo como tranvías. Hasta que la red fue ampliada, cuando el tren subterráneo llegaba a la última estación, se desenganchaban dos vagones y continuaban circulando por la superficie.
En enero del 2013 fueron sacados de circulación aquellos vagones a los que nadie reparaba en su armónico bamboleo, pero si en sus maderas, en sus detalles de bronce y en las tulipas que supieron lucir, símbolos de un tiempo en que el progreso y la prosperidad habían entrado al país a toda máquina.
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