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Después del sonido característico de la tienda, me acerqué a la gran estantería de libros clásicos. Veía los nombres de cada autor con sus grandes obras maestras. Me decanté por Pablo Neruda. Me senté en una mesa un poco alejada con un gran ventanal, pedí un café y me dejé llevar por la maravillosa sensación.
Lito decidió buscar un empleo honrado: Conductor de tren. Los candidatos, más de treinta, bajaron a las vías, en espera del convoy. Lito se situó junto a la vía, de espaldas, para ser el primero. Decía: “Je, je, je. A mí nadie se me llevará por delante.”
Ethel era una pintora decadentista excepcional. Sin duda, una joven promesa en las artes y no solo a nivel local, la buena crítica a su obra le había llevado a trascender a pesar de su corta edad en el ámbito internacional. «Paku» como le apodaban de cariño era una chica que siempre estaba experimentado con su obra y sus cuadros, ella agregaba elementos que ningún otro artista podía imaginar.
“...me acerco, casi en el cruce con Maipú, y digo que me gustaría saber si tengo alguna chance. Suspende la mirada mientras me oye. Se detiene toda. Transido parpadeo ante la aparición incuestionable de súbita trompita. Gira la cabeza hacia mí. Comienza a pesquisarme desde la barbilla..."
Hace 41 años sucedió. En parte les voy a relatar detalles de mi estadía en el hospital en el año 1982. Al discurrir estos breves datos podrán descodificar a su (s) mejores estilos lo pertinente. La mente me orientó, me exigió, me condujo para que no quede en el olvido semejantes realidades, a hacer un recorrido desde cuando fui internado en el hospital de la capital de Managua-Nicaragua, en el año 1982 el 19 de octubre.
Es un recuerdo en la memoria escrita en la realidad. Lagrimas de alegría se producen ante todos estos y otros recuerdos de mi Masaya florida, denominada desde antaño ¡ciudad de las flores! Una historia de historias. Mañana será nuevamente más bonito.
Precavida realidad, se ajustaba precisamente con un suspiro de satisfacción, y espléndido menú cotidiano, como contemplarse de soslayo en un espejo y ver a través de el colgado el reloj en la vieja pared derruida por el tiempo, como una ráfaga de viento. Era algo muy especial.
Hace un año que no la llaman de ningún canal. Llama ella a algún ejecutivo, la citan, intima, pero no la incluyen en programas. No entiendo lo que pasa. Ahora estudia canto. Algunas empezaron como ella y llegaron a ser figuras. O impactaron con un aviso filmado. Intervino en varios, pero no resultaron un boom. Y en dos largometrajes.
El día no había podido ser peor. Ella pensó, cuando se desperezó en el portal de una tienda que, por causas de la epidemia había quebrado y sus dueños se vieron obligados a vender el local, le servía de abrigo, donde malamente se podía defender de las inclemencias del tiempo: “Hoy es Noche Buena y quizá sean más caritativos conmigo y me den algún dinerillo para que pueda tomar una sopa y posiblemente un plato de garbanzos...
«¡Podéis ir en paz!», dijo finalmente el cura Jesús, despidiéndose de los feligreses. La iglesia el Nuevo Rosario volvió a su antigua condición de silencio, incienso de sándalo y oscuridad.
Era una noche llena de sombras macabras, no se podía garantizar nada, las sombras iban y venían, luna se paseaba en su casa, alumbraba menos del mínimo, era propicio para efectuar cualquier fechoría, pero se abotonaba, y sus ojos iniciaban una relación, pero el ruidaje apagó sus ojos y su voz, siendo imposible oír sus encantos. Todo quedó lóbrego, y en tinieblas.
El sol resplandecía, los pájaros cantaban con sus alas extendidas, la musicalidad del cielo era una sinfonía clásica. ¿Qué maravillosa es la vida, no? Mirando lo profundo de la vida con una sonrisa, observando la preciosidad del amor, la conexión de la amistad, los ojos vivos que susurran “te quiero”…
Si esta biblioteca pudiera hablar y contara todos los acontecimientos misteriosos que han ocurrido en ella, en sus pasillos anchos y retorcidos, en los estantes de libros, donde en muchas ocasiones se vio reflejada en el piso, la sombra de alguien que no estaba. O las mesas y las sillas ordenadas deliberadamente en cruz, sin que nadie pudiera brindar una explicación de lo sucedido.
Tenía que esperarte una hora, contando las sombras que pasaban a mi lado, analizando los rostros, diversificando semblantes. En la esquina del coyol y la cuajada, de los tricicleros hambrientos y de goma. Mientras una cantilena de clamor y de venta pretendía a cada instante invadir el espacio de los compradores y también de los ladrones que siempre al acecho de la presa buscaban realizar su gestión del día.
Sucedió en el poblado Las Lajas, en los ardores de los primeros días de la revolución. El dictador había sido derrocado por el pueblo en armas. Iniciaba la organización de la defensa civil y la vigilancia, con el propósito de impedir infiltraciones de guardias que andaban huyendo y escondiéndose en arrabales y montañas.
El 8 de junio ha salido a la venta el nuevo libro de Santiago Velázquez. Escribir en la nieve: un viaje fascinante a las vidas de veinte gigantes de la literatura rusa. Publicado por la editorial independiente del Grupo Penguin Random House, Caligrama, Escribir en la nieve recoge por primera vez en un solo volumen la vida de todos estos gigantes de la literatura en ruso. Es un libro destinado a perdurar, que fascinará a sus lectores.
Ya desde el exterior, Daira observaba el gran castillo que hasta hacía unos días había considerado su hogar y que ahora ardía entre las llamas, aquellos que creía su familia iban a entregarla en sacrificio al gran Dios. Sus ojos aún inundados en lágrimas bajo el dolor de la traición convirtieron sus poderes en destructivos, todos los que quisieron hacerle daño, ahora perecían entre las llamas consumidos por sus pecados.
Fue un día domingo soleado y de mucho entusiasmo, pero resultó esta fechoría desajustada a la verdadera verdad. Era como las tinieblas y el amanecer, con mañana sombría y delicada. Junto a la fogata estaban sentados el amigo y la amiga, soplaba sobre sus espaldas un viento friolento, la amiga tenía recogida la falda sobre sus hermosas piernas.
Ramón conocía de la muerte. La malicia invadió su mente. Esa noche la luna iluminó y rememorando, a su hermano menor Erick, cuando lo agarraron a patadas y trompadas lo subieron a un vehículo automotor, nunca le volvió a ver. Eso le amargaba su mente.
Cuando regresó mi mente me encontraba caminando sobre la nieve alemana en una calle solitaria, ancha y una que otro transeúntes se desplazaban. Pero al fin desperté de ese letargo, fue un elocuente impase de mi mente cobijado con el medio de ese instante, fue como volver a nacer a vivir la gratitud de la vida.
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