| ||||||||||||||||||||||
Cuestiones de toda índole: religiosa, política, deportiva, académica, pueden conducir al individuo al fanatismo. ¿Pero es en realidad así, o existe en el ser humano cierta tendencia al apasionamiento exagerado, a la intolerancia, la necedad y negación de la razón y del razonamiento?
Dejó escrito Jean-François Revel, allá por los años ochenta del pasado siglo, que “la primera de todas las fuerzas que gobiernan el mundo es la mentira”. Se anticipó, tal vez, a estos tiempos de posverdad, teorías de la conspiración y argumentación confusa.
Se atribuye a Catón el Viejo aquella sentencia de “no pierdas el tiempo en discutir con los estúpidos y los charlatanes: la palabra la tienen todos, el buen juicio solo unos pocos”. Por lo que se ve, ya en el siglo II antes de Cristo se cocían habas. Igual la frase nos viene bien en estos días de tertulianos, redes sociales y regodeo en la ignorancia.
Últimamente las calles de mi pueblo, los bares de tertulia, los salones de mayores, la intimidad de las casa resumen “algo”; no sabría definirlo pero tiene que ver con la “intranquilidad”, con el “desasosiego”; “algo” que nos distancia... “algo” que rezuma desconfianza...
En la comunidad catalana y, concretamente, en la prensa escrita, tenemos un ejemplo palpable de lo que supone un medio privado de información puesto al servicio de la causa separatista, en el que colaboran un plantel de periodistas a los que no les importa inventar, tergiversar, falsear y vender como buenas, actuaciones de la Generalitat, el gobierno socialista, los partidos separatistas catalanes y las instituciones adictas al objetivo independentista.
Nos embadurnan a diario las pantallas con relucientes gráficos tildados de científicos, sin el rubor por silenciar las ausencias de comprobaciones pertinentes, para que fueran considerados como tales. Con la misma frivolidad los contradicen a las pocas horas.
|