"La pasión puede ser destructiva y feroz cuando la mueven el fanatismo y el racismo. La peor de todas, la que ha causado más estragos en la historia es la pasión nacionalista", Mario Vargas Llosa.
La soledad, esta compañera incómoda de los mayores (me niego a aceptar el calificativo inhabilitador de anciano o viejo por lo que comporta de exclusión, descarte o anulación de cualquier actividad intelectual de los que pertenecemos a la tercera edad) pero que, en la mayoría de casos, forma parte de la cotidianidad de los que, con suerte, podemos peinar canas, tiene la rara virtud o llámese como se quiera, de convertirnos en unos fríos, distantes, enfurruñados y poco manejables críticos del entorno en el que nos ha tocado vivir. Esto supone una buena dosis de intolerancia, de análisis implacable y de poca receptividad hacia lo que, desde las alturas del poder político, por medio de su poderosa maquinaria de propaganda y de su, casi absoluto, control de los medios informativos, se intenta vender a la ciudadanía mediante la machacona, edulcorante, sibilina y anestesiante información amañada, retocada, suavizada y presentada de modo que, a los ojos del pueblo, resulte lo suficientemente atractiva para aceptarla sin oposición.
En Cataluña, esta parte de España en la que parece que las leyes, la Constitución, los ligámenes interregionales, la confraternización y la tolerancia con el resto de los españoles no tiene cabida, ni hay medio de que entiendan que sus veleidades nacionalistas, su historia inventada, sus mal humores intransigentes y falta de empatía con el resto de comunidades, están condenadas a fracasar por mucho que se valgan del chantaje al actual Gobierno, tan propicio a ceder ante sus exigencias, del que se valen para mantener en alto un estado de crispación que impide que, en España, se normalice el Estado de derecho, se dedique más tiempo al gobierno útil de la nación y se deje de satanizar a aquellos partidos políticos que se manifiestan en contra de las cesiones al separatismo y los avances, aparentemente imparables, de una izquierda bolchevizada que, valiéndose de un gobierno débil y de una situación de perenne inseguridad, están buscando desestabilizar el país, crear un ambiente revolucionario y, mediante el desorden y las luchas callejeras, crear el clímax propicio para instalar una dictadura comunista en España.
Precisamente en la comunidad catalana y, concretamente, en la prensa escrita, tenemos un ejemplo palpable de lo que supone un medio privado de información puesto al servicio de la causa separatista, en el que colaboran un plantel de periodistas a los que no les importa inventar, tergiversar, falsear y vender como buenas, actuaciones de la Generalitat, el gobierno socialista, los partidos separatistas catalanes, las instituciones adictas al objetivo independentista y, atacar, sin miramiento alguno y respeto por la verdad, a cuantos de alguna manera luchan para conservar Cataluña dentro del Estado español.
La Vanguardia, del grupo Godó, financiada generosamente desde la Generalitat, dotada de un poderoso y sectario elenco de propagandistas del independentismo, se está mostrando como uno de los medios más activos, relevantes, luchadores y progresistas en todo cuanto se refiera a un ataque sin contemplaciones a la derecha ( no sólo en España sino a la del resto de países de nuestro alrededor, especialmente con los que están gobernados por la derecha o partidos que son contrarios al desarme moral, opuestos al aborto o que siguen manteniendo la diferencia entre matrimonios homosexuales y matrimonios heterosexuales.
Una de las particularidades del rotativo de los Godó, que no podemos entender, es que su plantilla de directores adjuntos no tiene fin. Con tantos altos cargos no es de extrañar que su periódico tenga necesidad de apoyos de la Generalitat para poder satisfacer unas nóminas que se nos antojan estratosféricas. Y uno de ellos, Miguel Molina, nos ha obsequiado con un artículo cuya base es enviar a nuestra Constitución de 1978 al desguace. Para este señor, que no se ha parado en contemplar lo que sucede en otros países, los EE. UU de América, por ejemplo, una Carta Magna, que tiene sólo cuarenta años y pico, ya está obsoleta. Una constitución que fue aprobada mayoritariamente por todo el pueblo español y, muy especialmente, en la comunidad catalana. Confunde este señor las partes con el todo, lo que le permite renegar de la vigencia de una constitución que, precisamente, se instauró para que tuviera continuidad en cuanto a salvaguardar la unidad de la nación española, contra lo que ya existía entonces a causa de las aspiraciones de la Terra Nostra y otras organizaciones terroristas instaladas en aquella región de España.
El hecho de que haya aspectos que debieran revisarse (por ejemplo, las excesivas concesiones que se les han hecho a las autonomías y que, como vemos, están dando alas a los partidos que reclaman la independencia de España); la exigencia ineludible de recobrar una enseñanza única para toda la nación; la imperiosa necesidad de devolver al idioma castellano su aplicación, sin más disquisiciones, en toda España y sin permitir que sea sustituido por los idiomas regionales que siempre deberían haber estado subordinados el idioma español. Caben, por supuesto, enmiendas, como sucede en los EE. UU, que mejoren algunos aspectos de la ley, pero, en modo alguno, las que intentan imponer los separatistas con el objetivo de facilitar que, algunas partes de España, pudieran separarse voluntariamente de ella sin que el resto pudiera opinar.
Habla el señor Molina de un pretendido distanciamiento de “la juventud” de la Constitución actual. Se basa en una encuesta publicada en La Vanguardia, una de estas encuestas propias de quienes persiguen un objetivo propagandístico y que están previamente cocinadas entre los directivos del medio y la empresa que las construye. Al parecer se pretende decir que el sistema democrático está en capa caída. Sin embargo, los números que se facilitan no demuestran, ni de lejos, que la aceptación haya disminuido de una forma alarmante ya que, en el 2021, un 78% de los encuestados admite que “la democracia siempre es preferible” contra unos números irrisorios, de un 4% que prefieren en algunos casos la dictadura. Por otro lado, las alternativas no dan motivo para justificar el mencionado descontento, porque lo que ha subido es el número de los que no saben, no contestan y de los que tanto les da, que alcanzan la elevada cifra del 17’8%, la más elevada desde 1985.
Pero lo que verdaderamente se esconde ante unas conclusiones tan poco científicas es la idea, de todos estos propagandistas de la independencia, de restar importancia a la Constitución por ser la piedra angular de la defensa de la unidad de la nación española. Y, metidos en harina, conviene que no dejemos de comentar una de las declaraciones del señor Pedro Sánchez con motivo de la celebración se la vigencia de la Carta Magna. Y no se queda corto el señor presidente en dejar clara su intención de convertir España en su dominio particular, en una nueva república al estilo de la del señor Maduro, dejando claro que la reforma que él pretende hacer de la Constitución la quiere llevar a cabo con la exclusión del partido de la oposición, el PP. Es evidente que no está en su mano el hacerlo porque, ni en sueños, tendría la mayoría parlamentaria para cometer una cacicada semejante. Pero la declaración de intenciones está hecha. Y aún más, habla de una Carta Magna “sin opciones a reforma”, algo que en la actualidad no existe, porque sí hay posibilidades de reformarla, siempre que exista una mayoría cualificada en las cámaras, para hacerlo. Estos tics del señor presidente del Gobierno, son los que deberían alarmar a todos los ciudadanos españoles que no estén de acuerdo con las dictaduras y, aún menos, cuando se tratan de implantaciones totalitarias que, en modo alguno, pueden admitirse en un estado democrático como es el nuestro, al menos hasta ahora.
Existe en los políticos, especialmente en los de izquierdas, una propensión a valorar, yo diría que, a supervalorar a la juventud, presentándola como la víctima del capitalismo. Es obvio que quienes se han propuesto vendernos las bondades de un comunismo trasnochado, tienen mucho interés es convertir a los estudiantes en sus aliados, aprovechándose de que, por su propia naturaleza, el joven es más altruista que las personas mayores. Pero no debieran olvidar que, pese a esta circunstancia transitoria, en España la mayoría no ha votado al comunismo y si hoy tiene un cierto predicamento, se lo debemos a los oficios del señor Pedro Sánchez que, después de haberlo negado como Judas, se entregó en cuerpo y alma a lo peor de comunismo bolivariano, equivocación que está pagando con creces en unos momentos en los que se ve impotente para parar a la señora Yolanda Diaz, a la que no es capaz de frenar en su auge dentro de las izquierdas españolas , lo que puede complicarle sus posibilidades de volver a repetir legislatura al frente del Gobierno.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como un medio de comunicación que, en otro tiempo se caracterizó por su objetividad, ha caído en lo más bajo del proselitismo y el sectarismo separatista, de la mano del grupo Godó y de quienes forman parte de su plantilla, que no dejan de dar muestras de su ojeriza hacia España, la derecha española y todos aquellos que se oponen a sus intereses, como miembros de la mafia burguesa-separatista que sigue existiendo en Cataluña.
Hoy la frase que vamos a incluir se la debemos al señor Federico Giménez Losantos, que nos habla de un personaje que el PP ha dejado en la cuneta: “Vidal-Quadras es el único político catalán que le ha plantado cara al separatismo.Y con el que el PP triplicó los votos.”
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