Cuestiones de toda índole: religiosa, política, deportiva, académica, pueden conducir al individuo al fanatismo. ¿Pero es en realidad así, o existe en el ser humano cierta tendencia al apasionamiento exagerado, a la intolerancia, la necedad y negación de la razón y del razonamiento?
Elegimos, en ocasiones, puntos de vista o de partida convenientes a algún interés personal, relacionado con emociones ocultas como, entre otras, podrían ser el racismo, sectarismo, el rechazo o aceptación incondicional de determinados paradigmas y creencias que atesoramos con arraigo desde la niñez, o desde alguna experiencia relevante.
Si sometiéramos a una prueba de coherencia lo que pretendemos sostener con pasión (sea un líder o un dogma), desmembraríamos ayudados por la lógica, la prudencia y objetividad, una realidad probablemente distinta. Cada afirmación injuriosa, incluso hasta la imputación de un delito a alguien, ha de tomarse en cuenta desde un análisis minucioso de su comportamiento habitual.
Si hemos de juzgar y tomar partido por una opción hemos de llegar al análisis de los motivos, las razones y los fundamentos.
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